Dios en on
Los golpes como medio de santidad
Los golpes nos llegan a todos, a cada uno de una manera distinta. A veces esos “castillos” que construimos en nuestra vida con ilusión y esfuerzo (planes en el noviazgo, en el matrimonio, profesionales…) acaban derribamos por Dios mediante hechos o mandatos (enfermedades, celibato…).
Estos sucesos son para nosotros como muros con los que tropezamos. “Y tenemos dos opciones: ver la cara del sinsentido y de la resignación; o ver la cara clara y brillante. El cristianismo propone ante estas situaciones la lógica del amor”. No intentar llevarlo a nuestro entendimiento, sino llevarlo al amor.
A veces parece que cuando se dice esto es para huir o consolar al que está pasando por esta situación. ¿Cómo puede ser que si Dios me quiere tanto y es mi Padre… permita que me pasen estas cosas? “Aplicamos nuestros esquemas humanos, y no nos cuadra que Dios pueda ser bueno y que nos pase lo que nos pasa. No nos damos cuenta de que ahí está el error: lo entendemos a lo humano, y fuera de la relación de amor entre Dios y cada uno de nosotros”. Estas situaciones no se pueden entender porque son cosas del Amor.
El Amor, Dios, quiere que cambiemos la mentalidad y amemos a Jesús, que seamos discípulo suyo; y para ello dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierde su vida por mí, la encontrará” (Mateo 16,24-27). Debemos enfrentarnos a uno mismo, es decir, desprenderme del yo y poner a Dios por encima del propio yo: “Jesucristo, nuevo centro de mi existencia y de mi intimidad”. Estamos hechos para amar: amar a Dios lo primero, y desde ahí amar a los demás; a las personas más cercanas e incluso a los desconocidos y enemigos.
Cuando a Dios le parece el mejor camino, tira nuestro castillo. Lo mismo hizo con su Hijo. Los planes de Jesús eran que le reconociesen como Mesías, que acogiésemos la verdad que nos traía. En cambio, esto no ocurrió así: le rechazaron, fue juzgado por farsante, se burlaron de Él, fue traicionado por uno de sus apóstoles y, finalmente, fue clavado en una cruz entre dos delincuentes. “Pero triunfa el amor ya que todo esto lo hace libremente por nosotros y por nuestra salvación”. Así fue el camino del Hijo de Dios; y nosotros, como seguidores suyos, debemos recorrer el mismo camino. “El cristiano es el que reproduce la vida del Maestro”.
“Cuando uno dice: quiero ser cristiano -santo, que es lo mismo-, debe ser consciente de que está llamado a aceptar todo lo que Dios permita”. Participar en la Misa con Cristo es decir: ¡Hágase tu Voluntad! ¡Acepto todos tus planes y te dejo que sigas con ellos!
En la Misa rememoramos el sacrifico de Jesucristo. Cuando asistimos a la Eucaristía, tomamos parte de este sacrificio sumándonos a él: “tenemos nuestra vida y queremos despojarnos del yo para entregárselo al Padre renunciando a poseernos. Que nos posea totalmente el Padre. Eso es sacrificarnos”. Ese despojamiento son los castillos que Dios tira: despréndete de ti, solo ama. Siguiendo su camino y dejándonos guiar por Él, obtendremos la paz de Cristo y la felicidad; pues nadie nos quiere más ni sabe mejor que Él qué es lo que mejor nos viene a cada uno en cada momento. Tarde o temprano, nos daremos cuenta de que eso que Dios quería para ti, era lo mejor y te dará la gracia y la fuerza necesaria para llevarlo a cabo.
“Ser cristiano, afán de ser de Cristo, ilusión por ser santo… es afán por dejar de hacer a Dios”. Ese es el ideal cristiano.
Para acabar, un gran ejemplo de vida de santidad: San Josemaría vivió desde muy temprana edad golpes como la muerte de sus hermanas y el quiebro del negocio de su padre. Pero esta temprana e intensa experiencia de sufrimiento no le hizo dudar y alejarse de Dios, “sino que quiso conocer más a Dios, entrar en su misterio por la puerta del dolor; este descubrimiento le llevo hasta la santidad”. Recordemos que el dolor llevado con sentido cristiano es un gran medio de santidad. Y ser santo es lo importante, ¿no?.
¡Hagamos nosotros lo mismo! Que esos golpes nos lleven a unirnos a Dios, a conocerle y a quererle más. Pidamos a la Virgen que nos ayude a tener la misma confianza que Ella tuvo y que nos dejemos guiar por la Providencia de Dios. No olvidemos que esto no será posible sin la oración.
Elena Cepeda @cepe95 Portavoz de fearless! Estudiante de 2º de Óptica en la UCM
Reflexiones en torno a “Dios en On” de José Pedro Manglano @manglano_org
¡Haz de tu vida una Eucaristía!
¿Cuántos sacrificios he hecho?, ¿cuántos actos piadosos? Son preguntas típicas que a veces nos hacemos para ver cómo está nuestra relación con Dios. Pues bien, no se trata de aplicar las matemáticas. No se trata de contar. “Nuestro error está en que caemos en la trampa de aplicar nuestros criterios matemáticos a nuestra relación con Dios. Fabricamos criterios que nos permitan medir nuestros avances y evaluar nuestra situación”.
Caemos en una autosuficiencia religiosa de manera que medimos nuestra propia santidad. Además, esta autocomplacencia nos conduce a pensar que podemos juzgar a los demás: “vamos de jueces de lo divino y de lo humano”.
Dijo Jesús a los fariseos (los cuales actuaban de esta manera): “No es esa la senda de Dios, no es esa mi senda. Vuestro error está en que no habéis entendido que quiero misericordia y no sacrificios”. Debemos hacer el esfuerzo de acercarnos a Dios por amor. No se trata de un: yo hago actos piadosos y sacrificios a cambio de que tú me lleves al Cielo. “El Señor quiere llevarnos al terreno del amor”.
Nuestra vida debe estar alimentada de amor y misericordia. Amar a Dios y por ello confiar en Él queriendo que se cumpla su Voluntad, y no la mía. Es más, “la voluntad de Dios es siempre misericordia”. Y amar al prójimo siendo buenos y misericordiosos. “Lo que el Padre quiere es caridad. Que mi vida sea una obediencia amorosa de servicio y de perdón a mis hermanos”.
Jesús nos dio ejemplo de esto con su vida. La eucaristía “es el cumplimiento de la voluntad del Padre realizado por Jesús y –al mismo tiempo- la mayor realización de misericordia con los hombres” ya que pasa por la muerte para darnos vida a nosotros. Por lo tanto, “la vida del cristiano es vida eucarística: esto significa, no solo adorar la eucaristía, sino hacer de la vida una eucaristía” ya que mi día debe ser una obediencia a Dios y un constante acto de amor y misericordia. Esa es la senda de Dios. ¡Vive como Cristo vive en la eucaristía!
Por lo tanto, lo importante no son los sacrificios, sino la misericordia y el amor. Hacer esos sacrificios, pero desde el amor. No debemos olvidar que ante estas acciones, Dios no actúa utilizando una balanza midiendo las apariencias de cuánto se ha hecho. Él mide según nuestro interior y según el amor que hayamos puesto. Es un error despreciar lo bueno que hacemos. “No nos impidamos crecer menospreciando lo bueno, aunque nos parezca poca cosa comparado con lo que otros hacen o yo mismo debería de hacer”. Es una equivocación medirnos por cantidades de obras y oraciones; al igual que lo es medir así a los demás.
“Por supuesto que es bueno dar cada vez más, demostrar la fe y la caridad con obras abundantes, y llenar la vida con buenas acciones. Pero sin olvidar la grandeza de una sola y aislada “pequeña” obra buena”. Claro que Dios se merece más, pero poco a poco: agradeciendo lo bueno que hay en nosotros sin conformarnos con ello, para no estancarnos; sino luchando cada día por ser mejores y crecer en el amor, y diciéndole a Jesús: ¡Ayúdame a quererte cada día un poco más! Pídele a la Virgen querer a su Hijo tanto como Ella lo hace.
Y no olvides, que a Dios, nuestro Padre, le encantan los detalles. Como decía Santa Teresa “lo que hay que hacer es ganar a Jesús por el corazón. Él es mucho mejor de lo que pensamos y se conforma con una mirada, un suspiro de amor”
Elena Cepeda @cepe95 Portavoz de fearless! Estudiante de 2º de Óptica en la UCM
Reflexiones en torno a “Dios en On” de José Pedro Manglano @manglano_org
Las Bienaventuranzas: el Cielo en la tierra
Ya comenté en el anterior artículo que para llegar al Cielo debíamos purificarnos aquí en la tierra y que para ello Jesús nos dejó las Bienaventuranzas:
“Dichosos los pobres en el espíritu… Dichosos los que lloran… Dichosos los sufridos…Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia… Dichosos los misericordiosos… Dichosos los limpios de corazón… Dichosos los que trabajan por la paz… Dichosos los perseguidos por causa de la justicia… Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa”. (Evangelio según san Mateo 5, 1-12)
Los pobres de espíritu son aquellos que huyen de los caprichos y no dan más importancia al tener que al ser. Nuestra meta no debe ser obtener riquezas y amar los bienes terrenales, sino poner toda nuestra confianza en la Voluntad de Dios. “Son dichosos los que lloran y no evaden los problemas” mediante las quejas, la bebida… sino que se enfrentan a ellos. Esos problemas bien llevados y ofrecidos a Dios por amor, son una manera de poner escaleras hacia el Cielo.
Los sufridos son aquellos que soportan todas las contrariedades, las penas y las enfermedades sabiendo “sacar el bien que Dios permite de ese sufrimiento: no nos sobra ni nos falta ninguno de los sufrimientos que nos llegan”. Cada uno de ellos tiene su sentido y un bien que debemos descubrir. Los que se preocupan por el mal de los demás y tratan de solucionarlo y los que no se muestran fríos ante las desigualdades del prójimo, están purificando su corazón mediante ese deseo de justicia.
El limpio de corazón “es el que mira por el bien del otro y no preferentemente por el suyo”. Domina sus pasiones, se respeta a sí mismo y respeta a los demás.
Los que trabajan por la paz son aquellos que intentan que haya ambientes pacíficos en la familia, con los amigos… “Hace falta ceder tanto, perdonar y hacerse el tonto… desprendiéndose del propio yo”.
Los que son perseguidos son los que luchan por ir a contracorriente y hacer las cosas como se debe. “Y si el motivo de persecución tiene como causa Jesús, la dicha es evidente pues pone por delante de su propia persona a la persona de Cristo”.
Pues bien, como ya sabemos -y repito-: “quien sigue el camino de las Bienaventuranzas ya le es posible saborear el Cielo ya que recibe la paz de Cristo. La transformación, el Cielo… empieza en esta vida. El Cielo será una continuación. Podríamos decir que el Cielo lo alcanza en la otra vida quien ya lo alcanza en ésta”. Luego, ya que nuestro mayor deseo es ser santos y alcanzar el Cielo… ¿para qué esperar? ¡Empecemos a saborearlo!
Además, vivir las Bienaventuranzas te hará feliz aquí en la tierra también. A veces será duro y te costará pero no olvides lo que dijo Jesús: “Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.
Elena Cepeda @cepe95 Portavoz de fearless! Estudiante de 2º de Óptica en la UCM
Reflexiones en torno a “Dios en On” de José Pedro Manglano @manglano_org
¿Dios me oye?
A veces nos preguntamos: ¿Dios me oye? ¿Por qué no me concede esto? ¿Entiende lo que le pido?
Profundicemos en el salmo 87,3 que dice así: «llegue hasta ti mi súplica; inclina tu oído a mi clamor, Señor» (Intret oratio mea in conspectu tou)
¿Hacia dónde deben ir? Hacia su intimidad: debemos saber tocar el corazón de Dios cada vez que le pedimos algo. Y, ¿cómo hacerlo? De la siguiente manera: debemos pedir con humildad, perseverancia y confianza.
Dios, siempre que le dirigimos la palabra nos escucha, pero a veces quiere que nuestra oración sea perseverante para darnos lo que pedimos, siempre y cuando nos convenga; y quiere que nuestra fe se haga más firme y la confianza más grande. “La oración no se trata de probar suerte a ver si llega y hay fortuna”, sino que se trata de pedir siendo humildes, diciendo: Señor, yo te pido esto, pero Tú sabes más, dámelo si es tu Voluntad. Y nunca dejando de lado nuestra confianza en Él, sabiendo que todo lo que nos pasa es porque nos ama, nos conoce y sabe, mejor que nosotros mismos, lo que necesitamos. A veces pensamos que eso que tanto pedimos y deseamos es lo mejor, pero ¿y si no es así? Tú no lo sabes, pero Dios sí.
La segunda parte de este salmo es una petición a Dios para que incline su oído hacia nosotros, es como decirle: “aunque no sea capaz de que lleguen a ti mis palabras, se tú quien te acerques para escucharlas”. ¡Pídele a Dios que se adentre en tu corazón! Él conoce tu necesidad mejor que tú mismo y sabe qué buscas en el fondo de tu corazón. Dile: “inclina tu oído a esas preces mías que ni siquiera sé formular. Entiende mis necesidades e interprétalas como una súplica a ti. Inclínate y adivina mis súplicas, Señor”
Cuando queremos algo, debemos poner los medios humanos (no podemos pensar que como dejo todo en manos de Dios, yo no hago nada) pero lo más importante es decírselo a Él: “es lo primero, anterior en el tiempo y en importancia a cualquiera otra acción. ¡Qué enorme fuerza adquieren las palabras que uno dirige a Dios!” Él siempre nos oye ¡siempre! y si es lo mejor para nosotros y lo que nos hará felices, tarde o temprano, nos lo dará.
Elena Cepeda @cepe95 Portavoz de fearless! Estudiante de 2º de Óptica en la UCM
Reflexiones en torno a “Dios en On” de José Pedro Manglano @manglano_org
Adorar te hará mantener a Dios en “on»
¿A qué muchas veces cuando te pones delante de Dios lo primero que te sale es pedir? No pasa nada: es normal y está bien; pero no es la única relación que debemos tener con Él.
La primera reacción que debería tener un cristiano cuando se encuentra ante Dios es la de postrarse ante Él adorándole, ya que reconoce Su grandeza. “¿Qué es adorar? Es el reconocimiento de que Dios es Dios, y el hombre es hombre; de que Dios es absolutamente grande, existente en sí mismo y por sí mismo, eterno y perfecto, que se basta absolutamente; de que el hombre por el contrario, es ridículamente pequeño. La adoración es poner en práctica este convencimiento, reconocerlo expresamente”.
No debemos rendirnos porque Dios es el poderoso y nosotros los débiles, ya que esto solo conduciría a una renuncia de nuestra dignidad y a un sometimiento absoluto. A esta adoración nos debe llevar el reconocer que Dios es digno de ser honrado. “Que Dios sea, y que sea como es, es un favor; solo eso es un don”. El más grandioso acto de adoración es la misa.
Es bueno que adoremos con la boca y con el cuerpo. Santa Teresa de Jesús decía que la postura adecuada del hombre ante Dios es arrodillado. De esta manera reconocemos nuestra pequeñez y lo grande que es Dios. Al adorar, también es necesario estar quieto, dejar las preocupaciones a un lado y estar únicamente para Dios.
Después de comulgar, al llegar a una Iglesia, en los ratitos de oración… antes de ponerte a pedir, ¡dirígele a Dios unas palabras de adoración!
“Adorar te hará mantener a Dios en “on”. Es la mejor respuesta a lo primero que Dios nos ha dado: su primer don es que Él exista y que sea como es”.
Elena Cepeda @cepe95 Portavoz de fearless! Estudiante de 2º de Óptica en la UCM
Reflexiones en torno a “Dios en On” de José Pedro Manglano @manglano_org
Dependencia y confianza
Imaginemos que nos encontramos colgados de una cuerda, sin un suelo y pendiente de alguien que nos sujeta. Toda nuestra vida depende de ella, ¿verdad? Pues eso mismo ocurre con la vida cristiana. Mi cuerda la sostiene Dios. Yo acepto que Dios me ama y mi vida depende de ese amor. Nos fiamos tanto de Él que llegamos a abandonarnos en sus manos.
Tenemos dos opciones, podemos aceptar ser dependiente o podemos elegir ser autosuficientes. Este último sería la persona que se basta con él mismo, que no depende de nadie para vivir, se planea él solo su futuro. No necesita a nadie, ni siquiera a Dios, para que le diga qué debe hacer, ni qué necesita para ser feliz. Él considera que sabe cómo puede ser feliz. En cambio, el dependiente pide, habla, entra en intimidad con Dios y todo lo recibe de Él.
Por más que queramos, habrá veces que la seguridad en nosotros mismos no nos dejará depender tanto de Dios. En ocasiones pensamos que confiamos mucho en Él, pero al encontrarnos ante una mayor dificultad, nos damos cuenta de que no tenemos la confianza y la dependencia que nos gustaría tener. Debemos pedir y desear continuamente ese aumento de confianza en Dios. Sin esa dependencia, no hay verdadera vida cristiana.
¿Nos hemos parado a pensar alguna vez en la frase del Padrenuestro que dice: “danos hoy nuestro pan de cada día”? Ésta nos enseña a vivir el día a día, a no acumular, a no buscar la seguridad en nosotros mismos, a vivir con sencillez y con confianza. Debemos conformarnos con lo suficiente y no vivir preocupados por el tener. Al cristiano no le debe preocupar el mañana: ni por el dinero, ni por la salud, ni por nada. Éste sabe que el Señor es su guardián y que “aquella zona incontrolada del futuro no será oscura cuando llegue, pues también ese día caerá su pan cotidiano. Cada día el dependiente volverá a contemplar a su Dios, y cada día esperará de Él su protección”. El “mañana” está en Sus manos. ¡No te inquietes por el futuro! Dios quiere lo mejor para ti. Habrá veces que tu voluntad no coincida con la suya pero, ¿por qué no dejas que te sostenga la cuerda? Te conoce mejor y sabe mejor que nadie lo que necesitas para ser feliz. Por muy mala que te parezca esa situación que estás viviendo, Dios te la ha puesto ahí porque detrás de ella hay algo bueno y siempre te va a dar la gracia necesaria para todo lo que venga. Tú solo confía en Él.
Imitemos a María y José. Cuántas veces actuaron con serenidad, confiando en Dios y dejando todo es Sus manos diciendo: “No entiendo nada, pero hágase tu Voluntad”. Eso debemos decir nosotros, pidiéndoles un corazón sereno y que nos ayuden a tener confianza y depender de Dios tanto como lo hicieron ellos.
Elena Cepeda @cepe95 Portavoz de fearless! Estudiante de 2º de Óptica en la UCM
Reflexiones en torno a “Dios en On” de José Pedro Manglano @manglano_org
Ama tu orgullo
Manglano nos dice en uno de sus capítulos: “sin orgullo no hay verdadera vida cristiana”. Al leer esto te preguntarás… ¿Y desde cuando el orgullo es bueno? Pues bien, este es un orgullo especial. Atento. Ese orgullo “es la fe que debemos tener cada uno en la idea que Dios tuvo de nosotros cuando nos creó”. Nuestro motivo de orgullo es que soy amado de Dios y que Él tiene una misión para ti en este mundo, una vocación que tienes que descubrir. Él te guiará por el camino que debes seguir. “La persona orgullosa es consciente de esa idea y aspira a realizarla” y la felicidad la encontramos en la lucha por realizar la idea que Dios tiene para nosotros.
“Para realizar el orgullo de Dios hay que vivir con la ilusión de descubrir su idea en cada uno de los momentos de nuestra vida”. Pregúntale: Señor, ¿qué quieres de mí?
Hay dos maneras de combinar el orgullo que hará que lo hagamos bien o que nos confundamos: “orgullo más dependencia igual a humildad” o “orgullo más autosuficiencia igual a mediocridad”. El que es humilde tiene un orgullo extraordinario ya que reconoce sus dones y sabe que todo en él es debido a la acción de Dios en su vida. Sin embargo, el mediocre posee un orgullo vacío y necio. Sólo busca el protagonismo y el empaparse de sí mismo, por lo que estropeará sus dones.
Veamos algunos ejemplos: podemos hablar de mediocridad cuando alguien inteligente se conforma con el aprobado por buscar su comodidad, o cuando un trabajador solo busca forrarse. Sería el mismo caso un cristiano que persigue salvarse en vez de hacer lo posible para que los demás conozcan a Dios.
En definitiva, “al humilde le preocupa cómo dar más gloria a Dios, cómo servir mejor y cómo satisfacer las necesidades de los demás, cómo sacar más partido a sus capacidades y cómo hacer rendir cada uno de los privilegios que le han sido concedidos”. En cambio, el mediocre actúa conforme a lo que le conviene a él, a lo más cómodo, a lo que más le gusta y lo más beneficioso para él. “En el humilde la medida la pone Dios, en el mediocre la medida la pone su propia conveniencia”.
La mediocridad es algo que nos acecha a todos… ¡mantente alerta! Párate un rato y piensa: ¿mi mundo interior es de alguien humilde o de alguien mediocre? Pregúntale: Señor, ¿mi medida la pones tú?, ¿hago lo que quieres de mí o te callo la boca?, ¿te pongo escusas?, “¿estoy realizando mi vida con orgullo?”
Juan Pablo II insistía en que se necesitan jóvenes en el mundo que escuchemos la voz de Dios, que digamos que sí a la idea de Dios en nuestras vidas, que abramos las puertas a Cristo y que no le tengamos miedo.
Imitemos el orgullo de María. Ella aceptó el privilegio que Dios le concedió, que fue ser Madre del Redentor. Amemos el orgullo de la Virgen y pidámosla que también, al igual que hizo Ella, amemos la idea que tiene Dios para nosotros, que vivamos amando nuestro orgullo.
Elena Cepeda @cepe95 Portavoz de fearless!
Reflexiones en torno a “Dios en On” de José Pedro Manglano @manglano_org
Soy amado de Dios
La primera clave para tener a Dios en “on” es no olvidar nunca la idea más importante: eres amado de Dios. Muchas veces parece que se insiste más en el amor que debemos tener a Dios que en el que Dios nos tiene a nosotros. “Nuestro amor a Dios es importante, ¡no faltaba más!, pero es lo segundo”. Lo primero es el amor que nos tiene Él a nosotros.
Nuestra cultura nos ha educado en el subjetivismo y nos hace pensar que lo más importante es el sentimiento, el sentir, y que de ahí surge lo demás. Error. Cuando aplicas esto, te das cuenta de que es una equivocación, de que terminas en el desconcierto y en la confusión. Por lo tanto, tampoco debemos aplicarlo en la idea “soy amado de Dios”. No sería un: me SIENTO amado de Dios, luego lo SÉ y por eso lo SOY; el orden CORRECTO sería: SER, SABER, SENTIR. Es decir, SÉ que SOY amado de Dios, luego lo puedo SENTIR.
SOY amado de Dios pero… ¿cómo puedo SABER que lo soy? Primero debemos aceptarlo con confianza, con fe y luego la experiencia de la vida nos lo confirmará. Piensa en que estás aquí porque Dios te ama y ha querido que nacieses. Y date cuenta de que todo lo que tienes, es gracias a Él. Y lo que no tienes o parece que no va bien es porque Dios sabe que en ese momento es lo mejor para ti. Aunque tú no entiendas por qué, abandónate en Él, en su Voluntad. Decía Ratzinger que el ser amado de Dios “sólo puede hacerse visible para mí si me adentro realmente en la voluntad de Dios”.
Pero… ¡cuidado!, buscar el amor de Dios solamente en experiencias interiores es una equivocación. No podemos olvidar que el amor de Dios comenzó hace mucho tiempo. Por ello, debemos buscarlo también en todos los sucesos que Dios ha hecho por los hombres: desde la liberación de la esclavitud en Egipto cuando ayudó a los israelitas a pasar el mar Rojo, hasta la venida de Jesús. “El amor del Dios invisible se nos hace visible en el amor que Cristo nos ha manifestado: mediante su muerte en la cruz y la Eucaristía”. Dios ha enviado a su Hijo para salvarnos del pecado, abrirnos las puertas del Cielo y así poder vivir felices en la eternidad junto a Él. ¿
No te parece motivo suficiente para decir que Dios nos ama?
“Somos amados de Dios, conviene que pongamos los medios y abramos los ojos para saberlo cada vez con más detalle, y –más tarde- lo sentiremos”.
Una vez que sabes que eres amado de Dios “es difícil no llegar a sentir la necesidad de corresponderle al ver tanta generosidad, tanto don, porque sentimos que no se puede dejar tirado a alguien que nos trata y nos cuida de la forma como Él lo hace”. Esto llena de enorme paz, ya que “uno descubre que amar a Dios no exige la tensión del hacer, sino la sencillez del recibir”. Por lo tanto, lo que lleva a que realicemos todas nuestras buenas obras es el saber que Dios me ama. Dios no nos exige ni nos obliga nada. Si todo lo que hacemos es en respuesta a Dios, aunque pierdas, aunque sea algo pequeño, tu lucha habrá valido mucho. La motivación de un cristiano no es el deseo de ser buenas personas, sino el “santo deseo” (como le dice santa Catalina): como sé que soy amado de Dios, obro como amado suyo, porque lo merece y quiero cumplir sus mandamientos (Sal 119) porque sé que quien siga el buen camino verá la salvación d
e Dios (Sal 50).
Los evangelistas dicen que quien construye sobre roca firme; vendrán riadas y vientos fuertes, que no la derribarán. “Y esta es nuestra roca: ser amados de Dios”