noviazgo

Lo que Tú quieras Jesús

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Lo que Tú quieras DiosQuizá estás en una situación de no saber qué hacer con tu vida, o te preguntas cuál es tu fin en este mundo. Sabes que estás llamado a ser santo, pero claro, tu pregunta puede ser: “¿Por qué camino tengo que ir?” “¿Qué tipo de vida tengo que seguir?” “¿Qué quiere Dios de mi?” “¿Cómo lo descubro?” En definitiva, lo que te estás preguntando es cuál es tu misión en este mundo, tu vocación.
Vamos a partir de una base, piensa que Dios es tu Padre, y que quiere lo mejor para ti, quiere que seas feliz en este mundo, y además, en el Cielo durante toda la eternidad. Te quiere tanto tanto que ha muerto por ti en la Cruz.
Y Dios te pone una vocación, un camino para que seas feliz. ¿Puedes llegar al Cielo si no sigues esa vocación? La respuesta es que sí, pero… ¿No es mejor ir por el camino que Dios ha puesto para ti? Seguro que si Él te ha puesto ese camino, es porque es el mejor y es en el que vas a ser más feliz, aunque a veces no sea tan claro para nosotros.
Dios ha pensado en tu vocación desde antes de que existieras; sí, por poner un tiempo, unos cuantos miles de millones de años antes de que nacieras ya había pensado  en lo mejor para ti. Por lo tanto, es algo de Dios, algo sobrenatural, pero que, sin su ayuda no puedes realizar. Pero evidentemente, necesitas poner de tu parte.

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Carta de una hija a su padre adicto a la pornografía

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Querido Papá:
Antes que nada quiero que sepas que te amo y que te perdono por lo que esto ha hecho en mi vida. También quiero que sepas qué es exactamente lo que tu adicción a la pornografía ha hecho en mi vida. Es probable que creas que esto te ha afectado sólo a ti, o también tu relación con mi Mamá, pero es justo que sepas que también ha tenido un profundo impacto en mí y en todos mis hermanos.
Encontré tus vídeos pornográficos en algún lugar de tu computadora cuando tenía alrededor de doce años, justo cuando empezaba a volverme una mujer. En primer lugar me pareció muy hipócrita de tu parte que trataras de enseñarme qué cosas sí y qué cosas no valía la pena ver en términos de vídeos, películas y televisión cuando tú regularmente entretenías tu mente con esa basura. Tus consejos sobre el cuidado que debía tener con las cosas que veía simplemente no tenían ningún significado para mí.
Debido a tu pornografía caí en la cuenta de que mi madre no era la única mujer a la que mirabas. Cuando salíamos juntos desarrollé una gran sensibilidad para darme cuenta de cuándo activabas una mirada sensual por otras mujeres, carteles o cosas. Esto me enseñó que todos los hombres tienen un lado indecente en el cual no se puede confiar. Aprendí a sospechar, e incluso a despreciar a los hombres por el modo lascivo en el que percibían a las mujeres.
Recuerdo que trataste de hablar conmigo sobre la modestia, sobre cómo mi modo de vestir afecta a las personas en mi entorno y sobre la importancia de valorarme por mi interior. Tus acciones, sin embargo, me decían que sólo sería verdaderamente hermosa y aceptada si me veía como las mujeres de las portadas de revistas o las de tus vídeos pornográficos. Tus discursos no servían para otra cosa que para enojarme profundamente.
Cuando crecí estas ideas se hicieron más fuertes gracias a la cultura en la que vivimos. Todo a mi alrededor gritaba que la belleza es una cosa que sólo puede ser alcanzada si te ves y actúas como “Ellas”. También aprendí a confiar cada vez menos en ti porque nada de lo que decías era coherente con lo que hacías. Ya en esa época vivía preocupada de la posibilidad de no poder encontrar nunca un hombre que me aceptase y amase por lo que soy y no por mi cara bonita.
Cuando invitaba amigas a la casa me preguntaba cómo las veías. Si para ti eran mis amigas y nada más, o si también a ellas las imaginabas en tus fantasías. Ninguna hija debería jamás preguntarse algo así sobre su padre.
Conocí a un hombre. Una de las primeras cosas que le pregunté fue si él también miraba pornografía. Le estoy muy agradecida a Dios porque esa práctica nunca ha tocado su vida significativamente. Sin embargo, todavía tenemos peleas por las profundas raíces que tiene en mi corazón la desconfianza hacia los hombres. Sí, a pesar de todos los años que han pasado, tu pornografía también ha afectado la relación que actualmente tengo con mi esposo.
Si pudiera decirte sólo una cosa sobre este tema, te diría lo siguiente: la pornografía no sólo afectó tu vida sino que afectó la vida de todos los que estábamos a tu alrededor de maneras que nunca podrás imaginar. Hasta el día de hoy me afecta gracias también al peso que esta tiene en nuestra sociedad. Tengo miedo del día en que tenga que hablar con mi pequeño hijo sobre la pornografía y sus potentes e insaciables alcances; cuando tenga que decirle cómo la adicción al porno, como la mayoría de los pecados, no sólo afecta a uno mismo.
Como ya lo dije, te he perdonado. Y estoy profundamente agradecida por el trabajo que Dios ha hecho en mi vida en este campo. Es un área donde aún me toca luchar de vez en cuando, pero me sobrepasa la gratitud hacia la ayuda que Dios y mi esposo me han ofrecido. Rezo porque tú hayas superado este vicio y para que todos los hombres que lo consideran inofensivo abran sus ojos a la verdad.
Con amor, tu hija
(El autor prefirió no revelar su nombre)
Se puede ver el original aquí

A las parejas de novios (Papa Francisco)

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LA PAREJAS DE NOVIOS QUE SE PREPARAN PARA EL MATRIMONIO (Plaza de San Pedro,Viernes 14 de febrero de 2014)
1ª Pregunta: El miedo del «para siempre»: Santidad, son muchos los que hoy piensan que prometerse fidelidad para toda la vida sea una empresa demasiado difícil; muchos sienten que el desafío de vivir juntos para siempre es hermoso, fascinante, pero demasiado exigente, casi imposible. Le pedimos su palabra que nos ilumine sobre esto.
novios 3Agradezco el testimonio y la pregunta. Os explico: ellos me enviaron las preguntas con antelación. Se comprende. Así, yo pude reflexionar y pensar una respuesta un poco más sólida. Es importante preguntarse si es posible amarse «para siempre». Ésta es una pregunta que debemos hacer: ¿es posible amarse «para siempre»? Muchas personas hoy tienen miedo de hacer opciones definitivas. Un joven decía a su obispo: «Yo quiero llegar a ser sacerdote, pero sólo por diez años». Tenía miedo a una opción definitiva. Pero es un miedo general, propio de nuestra cultura. Hacer opciones para toda la vida, parece imposible. Hoy todo cambia rápidamente, nada dura largamente. Y esta mentalidad lleva a muchos que se preparan para el matrimonio a decir: «estamos juntos hasta que dura el amor», ¿y luego? Muchos saludos y nos vemos. Y así termina el matrimonio. ¿Pero qué entendemos por «amor»? ¿Sólo un sentimiento, un estado psicofísico? Cierto, si es esto, no se puede construir sobre ello algo sólido. Pero si en cambio el amor es una relación , entonces es una realidad que crece, y podemos incluso decir, a modo de ejemplo, que se construye como una casa. Y la casa se construye juntos, no solos. Construir significa aquí favorecer y ayudar el crecimiento. Queridos novios, vosotros os estáis preparando para crecer juntos, construir esta casa y vivir juntos para siempre. No queréis fundarla en la arena de los sentimientos que van y vienen, sino en la roca del amor auténtico, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa, que sea espacio de afecto, de ayuda, de esperanza, de apoyo. Como el amor de Dios es estable y para siempre, así también el amor que construye la familia queremos que sea estable y para siempre. Por favor, no debemos dejarnos vencer por la «cultura de lo provisional». Esta cultura que hoy nos invade a todos, esta cultura de lo provisional. ¡Esto no funciona! Por lo tanto, ¿cómo se cura este miedo del «para siempre»? Se cura día a día, encomendándose al Señor Jesús en una vida que se convierte en un camino espiritual cotidiano, construido por pasos, pasos pequeños, pasos de crecimiento común, construido con el compromiso de llegar a ser mujeres y hombres maduros en la fe. Porque, queridos novios, el «para siempre» no es sólo una cuestión de duración. Un matrimonio no se realiza sólo si dura, sino que es importante su calidad. Estar juntos y saberse amar para siempre es el desafío de los esposos cristianos. Me viene a la mente el milagro de la multiplicación de los panes: también para vosotros el Señor puede multiplicar vuestro amor y donarlo a vosotros fresco y bueno cada día. ¡Tiene una reserva infinita de ese amor! Él os dona el amor que está en la base de vuestra unión y cada día lo renueva, lo refuerza. Y lo hace aún más grande cuando la familia crece con los hijos. En este camino es importante y necesaria la oración, siempre. Él para ella, ella para él y los dos juntos. Pedid a Jesús que multiplique vuestro amor. En la oración del Padrenuestro decimos: «Danos hoy nuestro pan de cada día». Los esposos pueden aprender a rezar también así: «Señor, danos hoy nuestro amor de cada día», porque el amor cotidiano de los esposos es el pan, el verdadero pan del alma, el que les sostiene para seguir adelante.Y la oración: ¿podemos ensayar para saber si sabemos recitarla? «Señor, danos hoy nuestro amor de cada día». ¡Todos juntos! [novios: «Señor, danos hoy nuestro amor de cada día»]. ¡Otra vez! [novios: «Señor, danos hoy nuestro amor de cada día»]. Ésta es la oración de los novios y de los esposos. ¡Enséñanos a amarnos, a querernos! Cuanto más os encomendéis a Él, tanto más vuestro amor será «para siempre», capaz de renovarse, y vencerá toda dificultad. Esto pensé deciros, respondiendo a vuestra pregunta. ¡Gracias!
2ª Pregunta: Vivir juntos: el «estilo» de la vida matrimonial: Santidad, vivir juntos todos los días es hermoso, da alegría, sostiene. Pero es un desafío que hay que afrontar. Creemos que es necesario aprender a amarse. Hay un «estilo» de la vida de la pareja, una espiritualidad de lo cotidiano que queremos aprender. ¿Puede ayudarnos en esto, Padre Santo?
Vivir juntos es un arte, un camino paciente, hermoso y fascinante. No termina cuando os habéis conquistado el uno al otro… Es más, es precisamente entonces cuando inicia. Este camino de cada día tiene normas que se pueden resumir en estas tres palabras que tú has dicho, palabras que ya he repetido muchas veces a las familias, y que vosotros ya podéis aprender a usar entre vosotros: permiso, o sea, «puedo», tú dijiste gracias, y perdón .
«¿Puedo, permiso?». Es la petición gentil de poder entrar en la vida de otro con respeto y atención. Es necesario aprender a preguntar: ¿puedo hacer esto? ¿Te gusta si hacemos así, si tomamos esta iniciativa, si educamos así a los hijos? ¿Quieres que salgamos esta noche?… En definitiva, pedir permiso significa saber entrar con cortesía en la vida de los demás. Pero escuchad bien esto: saber entrar con cortesía en la vida de los demás. Y no es fácil, no es fácil. A veces, en cambio, se usan maneras un poco pesadas, como ciertas botas de montaña. El amor auténtico no se impone con dureza y agresividad. En las Florecillas de san Francisco se encuentra esta expresión: «Has de saber, hermano carísimo, que la cortesía es una de las propiedades de Dios… la cortesía es hermana de la caridad, que extingue el odio y fomenta el amor» (Cap. 37). Sí, la cortesía conserva el amor. Y hoy en nuestras familias, en nuestro mundo, a menudo violento y arrogante, hay necesidad de mucha más cortesía. Y esto puede comenzar en casa.
«Gracias» . Parece fácil pronunciar esta palabra, pero sabemos que no es así. ¡Pero es importante! La enseñamos a los niños, pero después la olvidamos. La gratitud es un sentimiento importante: ¿recordáis el Evangelio de Lucas? Una anciana, una vez, me decía en Buenos Aires: «la gratitud es una flor que crece en tierra noble». Es necesaria la nobleza del alma para que crezca esta flor. ¿Recordáis el Evangelio de Lucas? Jesús cura a diez enfermos de lepra y sólo uno regresa a decir gracias a Jesús. Y el Señor dice: y los otros nueve, ¿dónde están? Esto es válido también para nosotros: ¿sabemos agradecer? En vuestra relación, y mañana en la vida matrimonial, es importante tener viva la conciencia de que la otra persona es un don de Dios, y a los dones de Dios se dice ¡gracias!, siempre se da gracias. Y con esta actitud interior decirse gracias mutuamente, por cada cosa. No es una palabra gentil que se usa con los desconocidos, para ser educados. Es necesario saber decirse gracias, para seguir adelante bien y juntos en la vida matrimonial.
novios 1La tercera: «Perdón» . En la vida cometemos muchos errores, muchas equivocaciones. Los cometemos todos.Pero tal vez aquí hay alguien que jamás cometió un error. Levante la mano si hay alguien allí, una persona que jamás cometió un error. Todos cometemos errores. ¡Todos! Tal vez no hay un día en el que no cometemos algún error. La Biblia dice que el más justo peca siete veces al día. Y así cometemos errores… He aquí entonces la necesidad de usar esta sencilla palabra: «perdón». En general, cada uno de nosotros es propenso a acusar al otro y a justificarse a sí mismo. Esto comenzó con nuestro padre Adán, cuando Dios le preguntó: «Adán ¿tú has comido de aquel fruto? ». «¿Yo? ¡No! Es ella quien me lo dio». Acusar al otro para no decir «disculpa », «perdón». Es una historia antigua. Es un instinto que está en el origen de muchos desastres. Aprendamos a reconocer nuestros errores y a pedir perdón. «Perdona si hoy levanté la voz»; «perdona si pasé sin saludar»; «perdona si llegué tarde», «si esta semana estuve muy silencioso», «si hablé demasiado sin nunca escuchar»; «perdona si me olvidé»; «perdona, estaba enfadado y me la tomé contigo». Podemos decir muchos «perdón» al día. También así crece una familia cristiana. Todos sabemos que no existe la familia perfecta, y tampoco el marido perfecto, o la esposa perfecta. No hablemos de la suegra perfecta… Existimos nosotros, pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: no acabar jamás una jornada sin pedirse perdón, sin que la paz vuelva a nuestra casa, a nuestra familia. Es habitual reñir entre esposos, porque siempre hay algo, hemos reñido. Tal vez os habéis enfadado, tal vez voló un plato, pero por favor recordad esto: no terminar jamás una jornada sin hacer las paces. ¡Jamás, jamás, jamás! Esto es un secreto, un secreto para conservar el amor y para hacer las paces. No es necesario hacer un bello discurso. A veces un gesto así y… se crea la paz. Jamás acabar… porque si tú terminas el día sin hacer las paces, lo que tienes dentro, al día siguiente está frío y duro y es más difícil hacer las paces. Recordad bien: ¡no terminéis jamás el día sin hacer las paces! Si aprendemos a pedirnos perdón y a perdonarnos mutuamente, el matrimonio durará, irá adelante. Cuando vienen a las audiencias o a misa aquí a Santa Marta los esposos ancianos que celebran el 50° aniversario, les pregunto: «¿Quién soportó a quién?» ¡Es hermoso esto! Todos se miran, me miran, y me dicen: «¡Los dos!» Y esto es hermoso. Esto es un hermoso testimonio.
3ª Pregunta: El estilo de la celebración del Matrimonio: Santidad, en estos meses estamos haciendo muchos preparativos para nuestra boda. ¿Puede darnos algún consejo para celebrar bien nuestro matrimonio?
Haced todo de modo que sea una verdadera fiesta —porque el matrimonio es una fiesta—, una fiesta cristiana, no una fiesta mundana. El motivo más profundo de la alegría de ese día nos lo indica el Evangelio de Juan: ¿recordáis el milagro de las bodas de Caná? A un cierto punto faltó el vino y la fiesta parecía arruinada. Imaginad que termina la fiesta bebiendo té. No, no funciona. Sin vino no hay fiesta. Por sugerencia de María, en ese momento Jesús se revela por primera vez y hace un signo: transforma el agua en vino y, haciendo así, salva la fiesta de bodas. Lo que sucedió en Caná hace dos mil años, sucede en realidad en cada fiesta de bodas: lo que hará pleno y profundamente auténtico vuestro matrimonio será la presencia del Señor que se revela y dona su gracia. Es su presencia la que ofrece el «vino bueno», es Él el secreto de la alegría plena, la que calienta verdaderamente el corazón. Es la presencia de Jesús en esa fiesta. Que sea una hermosa fiesta, pero con Jesús. No con el espíritu del mundo, ¡no! Esto se percibe, cuando el Señor está allí.
Al mismo tiempo, sin embargo, es bueno que vuestro matrimonio sea sobrio y ponga de relieve lo que es verdaderamente importante. Algunos están más preocupados por los signos exteriores, por el banquete, las fotos, los vestidos y las flores… Son cosas importantes en una fiesta, pero sólo si son capaces de indicar el verdadero motivo de vuestra alegría: la bendición del Señor sobre vuestro amor. Haced lo posible para que, como el vino de Caná, los signos exteriores de vuestra fiesta revelen la presencia del Señor y os recuerden a vosotros y a todos los presentes el origen y el motivo de vuestra alegría.
Peronovios2 hay algo que tú has dicho y que quiero retomar al vuelo, porque no quiero dejarlo pasar. El matrimonio es también un trabajo de todos los días, podría decir un trabajo artesanal, un trabajo de orfebrería, porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a su esposa y la esposa tiene la tarea de hacer más hombre a su marido. Crecer también en humanidad, como hombre y como mujer. Y esto se hace entre vosotros. Esto se llama crecer juntos. Esto no viene del aire. El Señor lo bendice, pero viene de vuestras manos, de vuestras actitudes, del modo de vivir, del modo de amaros. ¡Hacernos crecer! Siempre hacer lo posible para que el otro crezca. Trabajar por ello. Y así, no lo sé, pienso en ti que un día irás por las calles de tu pueblo y la gente dirá: «Mira aquella hermosa mujer, ¡qué fuerte!…». «Con el marido que tiene, se comprende». Y también a ti: «Mira aquél, cómo es». «Con la esposa que tiene, se comprende». Es esto, llegar a esto: hacernos crecer juntos, el uno al otro. Y los hijos tendrán esta herencia de haber tenido un papá y una mamá que crecieron juntos, haciéndose —el uno al otro— más hombre y más mujer.
 

¡Haz de tu vida una Eucaristía!

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¿Cuántos sacrificios he hecho?, ¿cuántos actos piadosos? Son preguntas típicas que a veces nos hacemos para ver cómo está nuestra relación con Dios. Pues bien, no se trata de aplicar las matemáticas. No se trata de contar. “Nuestro error está en que caemos en la trampa de aplicar nuestros criterios matemáticos a nuestra relación con Dios. Fabricamos criterios que nos permitan medir nuestros avances y evaluar nuestra situación”.
Caemos en una autosuficiencia religiosa de manera que medimos nuestra propia santidad. Además, esta autocomplacencia nos conduce a pensar que podemos juzgar a los demás: “vamos de jueces de lo divino y de lo humano”.
Dijo Jesús a los fariseos (los cuales actuaban de esta manera): “No es esa la senda de Dios, no es esa mi senda. Vuestro error está en que no habéis entendido que quiero misericordia y no sacrificios”. Debemos hacer el esfuerzo de acercarnos a Dios por amor. No se trata de un: yo hago actos piadosos y sacrificios a cambio de que tú me lleves al Cielo. “El Señor quiere llevarnos al terreno del amor”.
Nuestra vida debe estar alimentada de amor y misericordia. Amar a Dios y por ello confiar en Él queriendo que se cumpla su Voluntad, y no la mía. Es más, “la voluntad de Dios es siempre misericordia”. Y amar al prójimo siendo buenos y misericordiosos. “Lo que el Padre quiere es caridad. Que mi vida sea una obediencia amorosa de servicio y de perdón a mis hermanos”.
 Jesús nos dio ejemplo de esto con su vida. La eucaristía “es el cumplimiento de la voluntad  del Padre realizado por Jesús y –al mismo tiempo- la mayor realización de misericordia con los hombres” ya que pasa por la muerte para darnos vida a nosotros. Por lo tanto, “la vida del cristiano es vida eucarística: esto significa, no solo adorar la eucaristía, sino hacer de la vida una eucaristía” ya que mi día debe ser una obediencia a Dios y un constante acto de amor y misericordia. Esa es la senda de Dios. ¡Vive como Cristo vive en la eucaristía!
Por lo tanto, lo importante no son los sacrificios, sino la misericordia y el amor. Hacer esos sacrificios, pero desde el amor. No debemos olvidar que ante estas acciones, Dios no actúa utilizando una balanza midiendo las apariencias de cuánto se ha hecho. Él mide según nuestro interior y según el amor que hayamos puesto.  Es un error despreciar lo bueno que hacemos. “No nos impidamos crecer menospreciando lo bueno, aunque nos parezca poca cosa comparado con lo que otros hacen o yo mismo debería de hacer”. Es una equivocación medirnos por cantidades de obras y oraciones; al igual que lo es medir así a los demás.
 Eucaristia“Por supuesto que es bueno dar cada vez más, demostrar la fe y la caridad con obras abundantes, y llenar la vida con buenas acciones. Pero sin olvidar la grandeza de una sola y aislada “pequeña” obra buena”. Claro que Dios se merece más, pero poco a poco: agradeciendo lo bueno que hay en nosotros sin conformarnos con ello, para no estancarnos; sino luchando cada día por ser mejores y crecer en el amor,  y diciéndole a Jesús: ¡Ayúdame a quererte cada día un poco más! Pídele a la Virgen querer a su Hijo tanto como Ella lo hace.
Y no olvides, que a Dios, nuestro Padre, le encantan los detalles. Como decía Santa Teresa “lo que hay que hacer es ganar a Jesús por el corazón. Él es mucho mejor de lo que pensamos y se conforma con una mirada, un suspiro de amor”

Elena Cepeda @cepe95 Portavoz de fearless! Estudiante de 2º de Óptica en la UCM

Reflexiones en torno a “Dios en On” de José Pedro Manglano @manglano_org

La importancia del respeto en el amor

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Hoy en día la sociedad entiende por respeto en una relación todo lo que gira entorno a las opiniones de la persona, su espacio, su libertad… y no tiene en cuenta lo importante que es también el respeto afectivo en una pareja; esto no significa que aceptar a la persona que quieres en todo e intentar apoyarla no sea importante, que por supuesto que lo es, pero digamos que vivir el respeto afectivo y respetar en lo demás a tu pareja está muy unido.
En mi opinión, ver el respeto afectivo como una prohibición es un error; muchas veces se puede ver así por la forma en la que sin querer se transmite esa idea, pero el respetar el cuerpo es algo mucho más que no hacer esto o no hacer lo otro, es disfrutar al 100% tanto de lo que tiene como de lo que carece tu pareja.
Se trata de valorar lo máximo posible tanto la forma de ser de la persona que quieres, con sus virtudes y sus defectos, con cada detalle, cada gesto, con su forma de hablar, su forma de pensar… como valorar su cuerpo, valorarlo como único, como inigualable… como “perfecto”.
El noviazgo propiamente existe para conocerse, como una preparación  hacia el matrimonio, que es un camino en el que podrá desembocar tu futura familia; por eso es tan importante que el noviazgo se viva desde el respeto en todos los aspectos, porque respetarse da como resultado el cariño y el amor verdaderos, que nace de la forma de ser  de los novi@s y que crece en el cariño afectivo del matrimonio.
Cada persona vale un mundo, y nada en este mundo vale más que una persona, por eso es tan importante que las dos partes del noviazgo sepan esperar y sepan valorarse mutuamente.

Escrito por Jorge Molina @XxKempachi69xX Portavoz de fearless!

Amor y Enamoramiento, dos conceptos distintos

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El amor y el enamoramiento son dos términos, dos vivencias, totalmente distintas y que muchas veces se confunden, por ello, es necesario hacer una distinción y marcar las diferencias que hay entre las dos.
En primer lugar la diferencia principal está en que el enamoramiento puede llegar a ser o no recíproco, es decir, que sea o no correspondido, por eso no podemos decir que son lo mismo puesto que una de ellas es el camino previo a la otra.

«Enamorarse designa un proceso que puede llegar o no al amor»

En el pre-amor o enamoramiento se pueden distinguir 3 fases o elementos fundamentales:
  1. Atracción física: gustarse físicamente ( «me muero por sus huesos, me gusta, me vuelve loco…») «Es el nivel más elemental, por sí solo no basta para fundamentar un amor humano de verdad; pero, si está ausente, la relación tampoco funciona»
  2. Enamoramiento: congeniar, tener gustos y aficiones en común («hay química entre los dos, que a gusto estoy con él/ella» ) «es una sintonía entre los caracteres de las dos personas«
  3. Amor – enamorado: al que sí podemos llamar amor «el proceso espontáneo de los dos niveles anteriores debe ser transformado por la propia libertad en una actitud que se asume libremente» tiene que haber presencia de voluntad para que realmente podemos decir que hay amor en una relación.

«Es un amor en el que aceptamos a la persona entera»

 

Escrito por Jorge Molina @XxKempachi69xX Portavoz de fearless!

Reflexiones en torno a “Construir el amor” de @manglano_org

Amor: SENTIMIENTO Y UNIDAD

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¿El amor se encuentra en la subjetividad y el sentimiento, o reside más bien en la conducta y en el sin fin de hechos objetivos de vida en común?

El amor lo forman las dos partes: tanto los sentimientos, todo aquello que se encuentra en ti y que tus pensamientos reflejan hacia otra persona, pero también es una unidad real, una conexión entre dos personas, más que una emoción, una relación humana. No podemos afirmar que se encuentra en una de las dos opciones, sino en las dos a la vez: todo amor está compuesto de una serie de sentimientos, como elemento subjetivo, y una unidad, como elemento objetivo.
«No puede llamarse amor a un sentimiento que no realiza cierta unidad»: por ejemplo, la emoción depositada en un artista por cualquier persona no se puede llamar amor, pues entre el fan y el artista no hay ninguna relación de unidad. «Tampoco a la unidad entre dos personas, pero ausente de sentimiento amoroso, la llamaremos amor»
Ahora bien, tiene que haber un elemento que una estos dos y que los conforme como uno, y este elemento es la voluntad, es decir, ‘’el querer amar’’:  todo amor necesita de un sacrificio mutuo, de un hacer que éste siga adelante ante cualquier dificultad, bajo cualquier circunstancia. «La presencia de la voluntad es la clave por la cual puede existir el amor entre dos personas: hasta el punto de que se amen incluso en momentos en los que no se gustan»  La voluntad es la capacidad humana para decidir con libertad lo que uno desea y lo que no, y por tanto lo que determina que una persona ame únicamente a otra;  «es ésta (la voluntad) la que determina a la persona entera hacia un amor en concreto»
Teniendo en cuenta estos tres elementos que constituyen el amor – el sentimiento, la unidad y la voluntad que los une- podemos definir el amor como «la decisión libre de establecer una relación de unidad con tal persona acompañada de los sentimientos que correspondan en cada momento»
Además,  el amor unido a Dios, vivido lo más cercano a Él, cuenta con un refuerzo especial, la GRACIA, que fortalece esta voluntad y por tanto esa unión entre  los sentimientos y la relación de unidad.

Escrito por Jorge Molina @XxKempachi69xX Portavoz de fearless!

Reflexiones en torno a «Construir el amor» de @manglano_org

La libertad del cristiano (y III) por @EmilioChuvieco

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Si Dios quiso correr el riesgo de nuestra libertad, aun costándole su propia vida, es obvio que Dios quiere que le tratemos libremente, quiere contar con nuestras pequeñas fuerzas para agradarle, quiere que pongamos algo, siquiera un poco, de nuestra parte. El trato con Dios debería emanar de una libertad íntima, de un amor libre, que no responde a ninguna presión externa. Tal vez uno de los mejores resúmenes de la vida cristiana venga de la pluma de San Agustín: «Ama y haz lo que quieras». Los dos extremos de esta sencilla frase son imprescindibles para entenderla correctamente. Si amamos de verdad a Dios, haremos libremente lo que Dios quiera, porque nosotros lo querremos con todo convencimiento, como cualquier amor noble de esta tierra tiene por objeto agradar a la persona que ama. Si, por el contrario, hacemos lo que Dios quiere, pero sin amarle, nuestra vida será plana, mero cumplimiento de una normativa, de unos mandamientos impuestos desde fuera. Con esa actitud estaríamos reduciendo el cristianismo a un catálogo de preceptos, convirtiendo los medios en fines. Apagando la libertad, encendemos la rutina y empobrecemos un amor que de suyo está llamado a ser infinito, porque Dios es inconmensurable.

Como consecuencia de ese amor a nuestra libertad en el trato con Dios, tendremos también un profundo respeto a la autonomía de los demás, a su capacidad de decidir, aunque tomen opciones contrarias a lo que Dios les propone. Si Dios acepta esas decisiones que juzgamos equivocadas, ¿por qué nosotros vamos a impedirlas? Forzar la conciencia de nadie, incluso para obligarle a hacer el bien, parece una de las más flagrantes malinterpretaciones del querer de Dios. La conciencia es un santuario íntimo al que sólo podremos acceder si la otra persona nos abre su puerta, pidiendo ayuda.
El cariño verdadero por esa persona nos llevará a implicarnos, a ayudar, para evitar algo que degrada a esa persona a quien queremos, pero sin saltar una verja que sólo puede abrirse desde dentro.
Respetar la intimidad de los demás debería ser compatible con la sana preocupación por quienes queremos, con el interés de ayudarles, de servirles de apoyo. La apatía ante lo que puedan hacer, siempre que no nos afecte, tampoco es cristiana. Creo que lo expresa muy bien Susana Tamaro cuando afirma: “Detrás de la máscara de la libertad se esconde frecuentemente la dejadez, el deseo de no implicarse” Es difícil establecer una frontera justa entre respetar los errores de los demás y a la vez sentirse impelido a ayudarles a que los abandonen. Si el respeto convive con la preocupación por los demás, surgirá de modo natural nuestra sugerencia en lo que consideramos decisiones equivocadas. Dios, que podría cambiar inmediatamente a esa persona, no lo hace, y Él sabrá mejor que nosotros por qué. Él sólo quiere que nosotros sirvamos de altavoces de su palabra y de su vida, que nos impliquemos en ayuda a toda persona que nos rodea, también a descubrir la verdad, pero sólo ella puede llegar al convencimiento. Así, mantendremos un equilibrio entre la indiferencia, que no es cristiana, y la coacción, que tampoco lo es.
Que tratemos a Dios libremente es perfectamente compatible con cumplir sus mandamientos, como es compatible el amor de una madre con los sacrificios que la atención de sus hijos requieren, porque nace de un amor libre. Para un cristiano, los mandamientos no son restricciones arbitrarias que proceden de un Dios antojadizo, sino algo así como instrucciones de funcionamiento que nos sirven para rendir mejor nuestros talentos. Cuando compramos un nuevo electrodoméstico, consultamos el manual de uso, para poder aprovechar las posibilidades que han previsto sus diseñadores. Por ejemplo, si adquirimos una televisión, nadie considera que se está violentando su libertad cuando nos explican cómo sintonizar los canales o cómo modular mejor el sonido. A lo mejor puede hacerse de otra forma distinta a como prevé el manual, pero seguramente será menos directa, y casi siempre acabará por violentar la garantía del aparato.
Con las limitaciones de un ejemplo, eso mismo ocurre con los principios morales. Están fundados en el Amor del Creador por sus criaturas. No es un catálogo de normativas absurdas, sino un elenco de consejos para garantizar nuestra mayor felicidad. El dilema no está, entonces, en cómo seremos más libres, sino en cómo seremos más felices con el uso de nuestra libertad. El cumplimiento de los principios morales debería basarse en un convencimiento libre, y no tanto en un respeto más o menos mecánico a las normas establecidas, o en un miedo a las consecuencias negativas de no cumplirlas. En otras palabras, quien elige libremente realizar una acción buena o rechazar una mala debería hacerlo por la alegría que le produce el bien que esa acción lleva consigo, comprendiendo y aceptando en su intimidad las razones últimas de esa opción. Actuar moralmente sólo porque “lo dice la Iglesia”, sin entender las motivaciones últimas, es una forma pobre de religiosidad, y puede ser origen de posteriores abandonos.
Emilio Chuvieco
Finalmente, la libertad cristiana también es compatible con tomar decisiones que comprometen nuestro futuro, incluso con aquéllas que lo hacen para el resto de nuestra vida. La libertad no debería entenderse como ausencia de vínculos, de relaciones, porque no vivimos en una isla desierta, porque estamos limitados por nuestras propias medidas físicas y espirituales. Es bastante común actualmente que se acuse a la gente más joven de falta de compromiso; tal vez hay detrás un miedo a que las decisiones arrastren obligaciones que alteren el futuro. Se prefiere la indeterminación, pero no hemos de olvidar que sin decisiones no hay libertad, sin compromisos no puede construirse nada estable. Para un cristiano, la entrega de su vida a Dios, ya sea de modo exclusivo en el celibato, ya en el seno de una familia, compartiendo ese amor a Dios con el del cónyuge, es una manera extraordinaria de poner en juego la libertad. No es más libre quien no se compromete, temeroso de las consecuencias futuras de su decisión; sólo es más timorato, más apocado. Cualquier decisión implica cerrar otras posibilidades, tanto entregarse a Dios, como casarse con una determinada persona (y no con otra), comprar una determinada casa (y no otra), o estudiar una determinada carrera (y no otra), pero sin ese tipo de decisiones el ser humano quedaría reducido a una pura expectativa.

 

Original en Vivir el cristianismo en el s. XXI (Blog que dirige Emilio Chuvieco)

«El valor de la virginidad» por Phin Lyman

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Para ser honesto, me pregunto ¿cuál es el problema con la espera?. Creemos que todo tiene que ser tan rápido: comida rápida,  un bronceado rápido, sexo rápido. Estoy bastante seguro de que la mayoría de la gente que me conoce sabe que soy virgen. Supongo que es una etiqueta que se me pega  durante los últimos años y realmente no me ha molestado mucho. Sin embargo, el hecho de que activamente he elegido permanecer virgen hasta ahora es lo que desconcierta, y a veces incluso molesta, a algunas personas.
Ahora, supongo, algunos chicos están asustados ante la idea de no haber tenido relaciones sexuales a la edad de 18 años; y sí, lo admito, puede ser bastante difícil. Ha habido momentos en que he dudado de mis decisiones…, cuando deseo irme arriba con esa chica en una fiesta, pero ¿por qué yo no? Bueno, la respuesta simple es que quiero tener sexo con una sola mujer en mi vida. Una a la que ame y con la que quiero pasar el resto de mi vida. Tengo que admitir que esto es un poco de la vieja escuela romántica y parte de esto probablemente se debe a mis creencias cristianas, pero sin embargo es una opción personal firme para reservarme a mí mismo para otra persona y, no sólo por la Biblia; me gustaría explicar por qué.
Creo que el sexo es una  señal increíble de amor fuerte entre dos personas. Pienso en ello como un pegamento. Una vez que haya tenido relaciones sexuales con alguien, hay una conexión emocional y física a ellos. Si rompe ese vínculo el despegarlo deja cicatrices abiertas donde una vez estuvo el pegamento. Es por eso que el «sexo casual» nunca funciona a largo plazo, simplemente no lo hace. Sólo tiene que ver Friends with Benefits para ver esto (concedido, es una película). Creo que lo mejor, para tener una relación sexual, es alguien que de verdad quiera casarse feliz y, al contrario de lo que muchos de mis compañeros creen, se puede tener una relación sin sexo, y eso también es muy bueno.
Esto me lleva a un error común acerca de las relaciones serias y el sexo. Al hablar con un amigo mío recientemente, comentó «¿pero tendría que comprar un automóvil sin conducirlo?» Mi primera reacción fue reírme, pero luego me sorprendió por la brusquedad de su actitud hacia el sexo. Básicamente lo que estaba diciendo es que las únicas relaciones  buenas son para tener sexo. La función de un coche es conducir, por tanto, una relación es sólo para el placer sexual. Esta analogía del coche, sin embargo, tiene enormes dificultades. Quiero decir, si seguíamos con esta analogía del coche, preferiría que mi pareja fuera un brillante  Ferrari nuevo que un Volvo desgastado… Te haces una idea.
Las cosas están cambiando en todo el país con respecto a la actividad sexual dentro del  grupo de nuestra edad. Mientras investigaba para esto, yo esperaba encontrar estadísticas alarmantes sobre el aumento de la actividad sexual entre los jóvenes británicos, pero lo que encontré me sorprendió. Cada vez son más los jóvenes que se abstienen en realidad, al menos un 27% de los hombres de 15-24 años de edad no ha tenido ningún tipo de contacto sexual en 2011. Este dato es mayor que en 2002, cuando sólo el 22% nunca había tenido un contacto sexual con otra persona . Supongo que no soy el único loco, después de todo.
Por lo tanto, a todos los que leen esto y que aún no han tenido relaciones sexuales y se sienten presionados para hacerlo, porque «todo el mundo lo hace», eso no es verdad. Prometo. La mayoría de las veces, la gente miente sobre lo lejos que han estado el fin de semana con su novio / novia. Por eso la «increíble» la vida sexual de ka que se jactan sus amigos  probablemente no existe. En la vida no siempre se trata de ser el primero: todo lleva su tiempo.
• Publicado en  http://www.theguardian.com/lifeandstyle/2014/jun/08/value-of-virginity. Publicado originalmente en la revista de la escuela Wellingtonian: «El valor de la virginidad» por Phin Lyman