Sé que los has sentido alguna vez. A veces nos parece que tenemos una vida muy complicada: agobios académicos o profesionales, preocupaciones familiares, incertidumbres, problemas con los amigos o quizá incluso problemas sentimentales… Tu cabeza le da mil vueltas a todo, lo examina de frente, de lado, en horizontal, en vertical… ¿Qué debo hacer?, ¿cómo saco tiempo?, ¿cómo le digo esto?, ¿cuándo se pasará?, ¿y qué habría pasado si…?, ¿qué dirán los demás?, ¿por qué justo a mí?… Mil preguntas que nos aturullan.
Llega un momento en el que parece que todo nos supera. Sentimos que hemos perdido el control de la situación o de las situaciones y eso nos agobia, nos hace encerrarnos en nosotros mismos tratando de poner por nuestra cuenta soluciones en ese mismo instante, pensando que esas serán las más efectivas. En pocas palabras, nos olvidamos de Dios. Nos olvidamos de que a Él no se le escapa ni el más mínimo detalle – si tú Le dejas – y que está esperando a que pongas todo en sus manos para ir dando poco a poco a cada cosa la solución correcta.
Cuando uno llega saturado y se planta delante del Sagrario, con todas sus miserias y sus preocupaciones, todas sus dudas, sus heridas, sus errores… se siente mirado tiernamente por el Señor y se da cuenta de que tiene que aprender a recurrir a Él mucho antes de lo que acostumbra. Sentirse débil y pequeño nos ayuda a caer en la cuenta de que todo puede llegar a ser mucho más fácil de lo que pensamos. La solución es dejarse cuidar por el Señor, sentirte un niño que nada puede si no fuera por su Padre. Y con esta confianza, todo cambia. Hasta la contrariedad más grande se hace llevadera sabiendo que estás en sus manos y de las que – si tu Le dejas – serás un instrumento. Esto te dará una paz increíble, te lo aseguro.
Siguiendo este caminito, el camino de la Infancia Espiritual, aprenderás a ver la acción del Señor en cada detalle de tu vida. Quizá a veces entre la desconfianza o la impaciencia al pensar que el Señor parece que se ha olvidado de ti porque aparentemente no ves ningún buen resultado. Sin embargo, si mantienes tu confianza te darás cuenta de que el Señor a veces prefiere ir silenciosamente, moviendo pieza por pieza delicadamente para que, cuando menos te lo esperes, todo esté solucionado.
goChristWithChild 001
Santa Teresa de Lisieux, también conocida como Santa Teresita del Niño Jesús, es toda una experta en este tema. Es una santa muy joven que perteneció a la Orden de las Carmelitas Descalzas fundada por Santa Teresa de Jesús y que, a pesar de morir con tan solo 24 años, es una de las tres Doctoras de la Iglesia y Patrona Universal de las Misiones. Escribió una autobiografía llamada Historia de un Alma que muestra ese camino de Infancia Espiritual. En esta obra ella misma lo explica con frases como “Mi caminito es el camino de una infancia espiritual, el camino de la confianza y de la entrega absoluta”. Por ello, seguro que si le pedimos a ella un empujón para enseñarnos a vivir con la confianza con la que ella lo hizo, sin dudarlo nos ayudará. Ella misma dijo “Voy a pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra”.
Y por supuesto algo que no podemos olvidar es que la Virgen siempre, siempre está a nuestro lado cuidándonos e intercediendo por nosotros como Nuestra Madre que es. Santa Teresa de Lisieux decía en su libro “La Santísima Virgen me demuestra que nunca deja de protegerme. Enseguida que la invoco, tanto si me sobreviene una inquietud cualquiera, un apuro, inmediatamente recurro a ella, y siempre se hace cargo de mis intereses como la más tierna de las Madres». La Virgen se llenará de alegría al ver que, como unos niños, nos abrazamos a ella mientras soluciona aquello que tanto nos agobia o asusta.
“Simplemente”: hazte pequeño… y Dios hará cosas grandes en ti.
Por Alicia Cepeda @Cepe98 Estudiante de 1º de Enfermería en la U. de Alcalá de Henares
12 noviembre, 2016 en 01:01
Reblogueó esto en Laus Deo.
Me gustaLe gusta a 1 persona