Día: 22 septiembre, 2014
La historia de este sacerdote condenado a muerte hizo llorar al Papa Francisco en Albania
Entre lágrimas, el Papa Francisco estrechó en un fuerte abrazo al sacerdote Ernest Simoni, de 84 años, uno de los últimos sobrevivientes de la terrible persecución comunista en Albania, quien fue encarcelado en condiciones inhumanas y se libró de una condena a muerte por su fidelidad a la Iglesia y al Sucesor de Pedro.
Durante su visita a Tirana, el Papa Francisco sostuvo un encuentro en la Catedral de San Pablo con los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y movimientos laicales, donde escuchó con atención el testimonio del Padre Simoni.
El presbítero relató que en diciembre de 1944 comenzó en Albania un régimen comunista ateo que trató de eliminar la fe y el clero con “arrestos, torturas y asesinatos de sacerdotes y laicos por siete años seguidos, derramando la sangre de los fieles algunos de los cuales antes de ser fusilados gritaban: Viva Cristo Rey”.
En el año 1952, las autoridades comunistas reunieron a los sacerdotes que sobrevivieron y les ofrecieron vivir en libertad a cambio de distanciarse del Papa y el Vaticano, una intención que nunca aceptaron.
Relató que antes de ordenarse sacerdote estudió con los franciscanos por 10 años desde 1938 hasta 1948, y cuando sus superiores fueron fusilados por los comunistas siguió sus estudios clandestinamente.
“Pasaron dos años terribles y el 7 de abril de 1956 fui ordenado sacerdote, el día después de Pascua y en la Fiesta de la Divina Misericordia celebré mi Primera Misa”.
El 24 de diciembre de 1963 al concluir la Misa de Vísperas de Navidad, cuatro oficiales le presentaron el decreto de arresto y fusilamiento, fue esposado y detenido. En el interrogatorio le dijeron que sería ahorcado como un enemigo porque dijo al pueblo “que moriremos todos por Cristo de ser necesario”.
Las torturas lo dejaron en muy mal estado. “El Señor quiso que continuara viviendo”. Entre los cargos que le imputaron figuraba celebrar una Misa por el alma del Presidente John F. Kennedy asesinado un mes antes de su arresto, y que celebró por una indicación del Papa Pablo VI a todos los sacerdotes del mundo.
“La Divina Providencia ha querido que mi condena a muerte no fuese llevado a cabo enseguida. En la sala trajeron a otro prisionero, un querido amigo mío, con el propósito de espiarme, el empezó a hablar mal contra el partido”, recordó. “Yo de todos modos respondía que Cristo nos había enseñado a amar a los enemigos y a perdonarlos y que nosotros debíamos empeñarnos en el bien del pueblo. Esas palabras mías llegaron a los oídos del dictador que al cabo de algunos días me liberó de la condena a muerte”, explicó el P. Simone.
Los comunistas cambiaron su condena a muerte por 28 años de trabajos forzados. “He trabajado en los canales de aguas negras y durante el periodo de prisión he celebrado la Misa, he confesado y distribuido la comunión a escondidas”, relató. El sacerdote fue liberado solo cuando cayó el régimen comunista y empezó la libertad religiosa. “El Señor me ha ayudado a servir tantos pueblos y ha reconciliar a muchas personas alejando el odio y al diablo de los corazones de los hombres”, aseguró.
“Santidad seguro de poder expresar la intención de los presentes le ruego por la intersección de la Santísima madre de Cristo, el Señor le de vida, salud y fuerza en la guía del gran rebaño que es la Iglesia de Cristo, Amén”, concluyó antes de estrechar al Papa en un abrazo que hizo llorar al Pontífice y a los presentes.
Vía www.aciprensa.com
Soy amado de Dios
La primera clave para tener a Dios en “on” es no olvidar nunca la idea más importante: eres amado de Dios. Muchas veces parece que se insiste más en el amor que debemos tener a Dios que en el que Dios nos tiene a nosotros. “Nuestro amor a Dios es importante, ¡no faltaba más!, pero es lo segundo”. Lo primero es el amor que nos tiene Él a nosotros.
Nuestra cultura nos ha educado en el subjetivismo y nos hace pensar que lo más importante es el sentimiento, el sentir, y que de ahí surge lo demás. Error. Cuando aplicas esto, te das cuenta de que es una equivocación, de que terminas en el desconcierto y en la confusión. Por lo tanto, tampoco debemos aplicarlo en la idea “soy amado de Dios”. No sería un: me SIENTO amado de Dios, luego lo SÉ y por eso lo SOY; el orden CORRECTO sería: SER, SABER, SENTIR. Es decir, SÉ que SOY amado de Dios, luego lo puedo SENTIR.
SOY amado de Dios pero… ¿cómo puedo SABER que lo soy? Primero debemos aceptarlo con confianza, con fe y luego la experiencia de la vida nos lo confirmará. Piensa en que estás aquí porque Dios te ama y ha querido que nacieses. Y date cuenta de que todo lo que tienes, es gracias a Él. Y lo que no tienes o parece que no va bien es porque Dios sabe que en ese momento es lo mejor para ti. Aunque tú no entiendas por qué, abandónate en Él, en su Voluntad. Decía Ratzinger que el ser amado de Dios “sólo puede hacerse visible para mí si me adentro realmente en la voluntad de Dios”.
Pero… ¡cuidado!, buscar el amor de Dios solamente en experiencias interiores es una equivocación. No podemos olvidar que el amor de Dios comenzó hace mucho tiempo. Por ello, debemos buscarlo también en todos los sucesos que Dios ha hecho por los hombres: desde la liberación de la esclavitud en Egipto cuando ayudó a los israelitas a pasar el mar Rojo, hasta la venida de Jesús. “El amor del Dios invisible se nos hace visible en el amor que Cristo nos ha manifestado: mediante su muerte en la cruz y la Eucaristía”. Dios ha enviado a su Hijo para salvarnos del pecado, abrirnos las puertas del Cielo y así poder vivir felices en la eternidad junto a Él. ¿
No te parece motivo suficiente para decir que Dios nos ama?
“Somos amados de Dios, conviene que pongamos los medios y abramos los ojos para saberlo cada vez con más detalle, y –más tarde- lo sentiremos”.
Una vez que sabes que eres amado de Dios “es difícil no llegar a sentir la necesidad de corresponderle al ver tanta generosidad, tanto don, porque sentimos que no se puede dejar tirado a alguien que nos trata y nos cuida de la forma como Él lo hace”. Esto llena de enorme paz, ya que “uno descubre que amar a Dios no exige la tensión del hacer, sino la sencillez del recibir”. Por lo tanto, lo que lleva a que realicemos todas nuestras buenas obras es el saber que Dios me ama. Dios no nos exige ni nos obliga nada. Si todo lo que hacemos es en respuesta a Dios, aunque pierdas, aunque sea algo pequeño, tu lucha habrá valido mucho. La motivación de un cristiano no es el deseo de ser buenas personas, sino el “santo deseo” (como le dice santa Catalina): como sé que soy amado de Dios, obro como amado suyo, porque lo merece y quiero cumplir sus mandamientos (Sal 119) porque sé que quien siga el buen camino verá la salvación d
e Dios (Sal 50).
Los evangelistas dicen que quien construye sobre roca firme; vendrán riadas y vientos fuertes, que no la derribarán. “Y esta es nuestra roca: ser amados de Dios”