Mes: agosto 2014

«Otros te hubieran matado» del El blog de Nachope

Posted on Actualizado enn

Recogemos aquí uno de los mejores artículos-testimonios que hemos leído sobre los niños con Síndrome de Down, tomado de El blog de Nachope y titulado Otros te hubieran matado
Se habla mucho de la vida de la gente con todo tipo de discapacidades, pero siempre me he preguntado cuánto sabe la gente sobre la vida de, por ejemplo, una persona con síndrome de Down. Tengo un hermano y un tío con síndrome de Down, por lo que sé de lo que hablo.
Somos seis hermanos. El cuarto, José María, tiene 12 años y síndrome de Down. Cuando nació yo tenía ocho, y al enterarme de su enfermedad estuve rezando durante meses para que se curara, incluso después de saber que era incurable. Desde el comienzo, mis padres nos dijeron a los hermanos que no pasaba nada, que lo único diferente que iba a necesitar era más cariño y atención. Desde que nació ha sido la alegría de la casa. Los primeros años incluso me llegué a olvidar de su enfermedad. Sobre los 3-4 años su discapacidad comenzó a ser evidente: no era tan ágil como los demás niños, no se comunicaba con fluidez, no era tan listo como los demás… Eso sí, le gustaban las mismas cosas y le entusiasmaba aprender. Con los años requería más esfuerzo por parte de todos: tal como habían dicho mis padres, necesitaba más atención.
Sin embargo, a pesar de ser distinto, José es feliz. Se siente querido, y eso es lo único que necesita. Otras personas necesitan fama, dinero, poder, una vida cómoda… Jose no, solo necesita que le hagan caso con una sonrisa en la cara. No siempre es fácil, puede ser desesperante, puedes sentirte impotente porque no te entiende, porque no te hace caso… porque además es muy tozudo. Todos hemos aprendido a ser pacientes, pero también a poner una sonrisa cuando te enfadas o te desesperas. Cuando tenía 7 u 8 años, mi madre consiguió con ayuda y con mucho esfuerzo que Jose aprendiera a leer. Esto le abrió las puertas a leer cuentos infantiles (que le apasionan) y amplió su vocabulario.
Es imposible entender cómo es la vida de José sin explicar lo que hace mi hermano Juan con él. Juan tiene tres años menos, pero tiene en inteligencia lo que le falta a Jose. Ya con cuatro años eran una pareja inseparable, en la que Juan llevaba las riendas. Pero no solo guiaba a José, sino que jugaba con él y dejaba que José jugara con sus amigos, le acompañaba, le hacía caso, en alguna ocasión hasta le hizo los deberes… José adora a Juan, a pesar de algunas discusiones que tienen. Hace unas semanas Juan tuvo un accidente en bici y estuvo tumbado en el sofá reposando durante varias horas. José no se quiso separar de él ni un minuto hasta que estuvo bien. Únicamente decía: «yo aquí, es mi hermano». Cuando vienen sus amigos a casa, te los presenta orgulloso diciendo: «son MIS amigos». Y es que José sonríe y quiere a todo el mundo, pero especialmente a aquellos que le hacen mucho caso. Yo he cuidado cumpleaños y he organizado muchos juegos, y he visto a niños que, en un ambiente de plena competitividad y habiendo chuches en juego, se peleaban por ser la pareja de José María, a pesar de saber que iban a perder. Y es que cuidar y prestar atención a José no solo le hace feliz a él, sino que nos hace más humanos a todos los que lo hacemos. Porque a veces necesitamos que haya alguien que nos recuerde el bien que nos hace preocuparnos por los demás.
Si preguntas a cualquier miembro de mi familia, te dirá que José no solo recibe, sino que también da. Es habitual levantarte por la mañana y descubrir que ha sacado el lavaplatos, que ha servido la leche en todos los vasos del desayuno, en más de una ocasión le ha hecho el café a mi padre… Yéndonos a casos más extremos: el año pasado mi hermana Almudena aprovechó un grave descuido general y se metió en la piscina sin manguitos. El único que pasó por allí fue José, que se metió en la piscina y la sacó, salvándole la vida.
Algunos de los momentos más duros para él y para todos ocurren cuando se da cuenta de que es distinto a los demás. Sin embargo, esto no ha servido para que se sienta inferior, sino que él pone empeño en hacer mejor las cosas. Es el caso del inglés: José habla español con dificultad (aunque lo entiende muy bien), más difícil aún es que hable inglés. Pues aun así, pone empeño en aprenderlo y a veces viene orgulloso a contarnos las palabras nuevas que le han enseñado.
Decía Rousseau que el ser humano nace bueno, pero que es la sociedad la que lo corrompe. Algo parecido se puede decir de los niños con síndrome de Down: estos niños crecen y viven felices, a no ser que otras personas se propongan lo contrario, porque lo único que necesitan es atención y cariño, nada más. No son inútiles, pueden hacer muchas cosas, muchos de ellos son capaces de vivir una vida independiente, teniendo un trabajo, una vida normal. Los únicos disgustos que nos ha dado José no nos los ha dado él, sino la gente. Por la calle a veces te miran mal, gente que no quiere que sus hijos se relacionen con él, gente que no comprende y al no comprender no ayuda, gente que tiene la mentalidad de «no abortaste, es tu problema». Por el contrario también ves gente que al mirarle sonríe, gente que apoya, gente que te anima. Pero por encima de todo, lo que anima es verle sonreír y pensar qué suerte tienes de que esté en tu vida.
Lo que aún no sabemos cómo explicarle a José, cuando llegue el momento, es por qué hay gente que aborta a los niños como él. Hace unas semanas estaba debatiendo sobre el aborto en caso de discapacidad o malformaciones físicas y me dijeron que no pensaban que mereciera la pena vivir una vida así. ¿Cómo le explico a mi hermano que hay gente que piensa que su vida no merece la pena ser vivida? ¿Quién nos creemos que somos para decidir qué vidas merecen la pena y cuáles no? Reconozco que me pone nervioso la gente que habla de lo que no sabe, o que se cree Dios para decidir quién vive y quien no, o que dice burradas y los ignorantes la aplauden. Hay gente que justifica el aborto en caso de discapacidad o malformación para lograr la evolución de la especie humana. ¿No es esto lo que hacía Hitler a su manera, acabar con los que son inferiores? Esta línea de pensamiento termina diciendo que si alguien no es perfecto, entonces es mejor que no viva.

Si conocéis a alguien que se esté planteando abortar o dejar vivir a un niño con síndrome de Down, decidle esto: es un esfuerzo, pero merece la pena. Son niños que están destinados a hacer felices a los demás, porque dan mucho más de lo que reciben. Las dificultades a superar vendrán mayoritariamente de la sociedad, no de ellos. Porque únicamente necesitan cariño y atención para hacerte feliz a ti.

Anuncio publicitario

Política pro-vida invita a científico ateo Dawkins a conocer a su hijo con síndrome de Down y “abrir su mente

Posted on

SarahPalin_Therealbs2002_CC_BY_3_0

Sarah Palin, ex gobernadora del estado de Alaska (Estados Unidos) y ex candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos, pidió al científico ateo Richard Dawkins abrir su mente, ojos y corazón frente a la “absoluta belleza” de los niños con síndrome de Down, entre los que se encuentra su hijo, Trig.

Richard Dawkins despertó fuente indignación en redes sociales el 20 de agosto, tras alentar el aborto de bebés con síndrome de Down y asegurar que “sería inmoral traerlos al mundo”.

Ver la entrada original 176 palabras más

El Papa, Zanetti y un partido por la paz

Posted on

742490f133

Todo empezó en la Casa Santa Marta el 25 de abril de 2013. En un salón de la residencia vaticana, aquel jueves, el Papa recibió en audiencia al futbolista argentino Javier Zanetti y a su familia. Un encuentro íntimo, durante el cual Francisco lanzó una provocación: “¿Por qué no organizan un partido entre jugadores de distintas religiones, razas y nacionalidades?”. Aquella idea tomó forma hasta convertirse en realidad. El cotejo se jugará el 1 de septiembre el Estadio Olímpico de Roma.

 Budistas, judíos, hindúes, musulmanes, shintoistas y cristianos de diversos credos (católicos, protestantes y evangélicos). Además de creyentes, la mayoría de los futbolistas que disputarán el “Partido por la Paz” son campeones de fama planetaria. Los nombres pesan, comenzando por el jugador del Barcelona, Lionel Messi.

Ver la entrada original 601 palabras más

MANIFIESTO DE JURISTAS ANTE LA REFORMA DE LA REGULACIÓN DEL ABORTO

Posted on Actualizado enn

MANIFIESTO DE JURISTAS ANTE LA REFORMA DE LA REGULACIÓN DEL ABORTO
Por un debate abierto y la reflexión sobre la tutela de los derechos fundamentales
Los abajo firmantes, desde nuestra condición de juristas, consideramos que la discusión del Anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada ofrece una oportunidad única para plantear abiertamente en nuestro país la obligación que tiedechone el Estado de tutelar los derechos fundamentales.En este sentido, expresamos nuestra voluntad de contribuir a ese debate, poniendo de manifiesto que toda regulación del drama del aborto debe tener en cuenta los siguientes criterios:
1.- El concebido es un ser individual, distinto de la madre aunque alojado en el seno de ésta, como señaló el Tribunal Constitucional en su Sentencia 53/1985, que está protegido por el art. 15 de la Constitución en todas las etapas de su desarrollo, de manera que el Estado debe establecer un sistema de normas -incluidas las penales- que tutelen la vida del concebido y no nacido.
2.- Según lo anterior, el aborto no es una cuestión exclusivamente privada, sino que presenta una indudable dimensión social, en la medida en que está en juego la protección que la comunidad política brinda a la vida humana, también en la fase prenatal. La dignidad humana constituye en todo momento un valor ético y jurídico irrenunciable que debe ser protegida.
3.- De acuerdo con la doctrina constitucional y la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos el aborto no es un derecho de la mujer. Del derecho al respeto de la vida privada y familiar, reconocido en el Convenio de Roma, no deriva un presunto derecho a abortar. El propio Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha señalado que “el derecho a la vida privada de la mujer debe ser ponderado con otros derechos en conflicto, incluyendo los derechos del niño no nacido”, siendo los Estados libres de proporcionar el más elevado grado de protección a la vida del concebido.
4.- La doctrina del Tribunal Constitucional obliga al Estado a establecer un sistema legal para la defensa y protección efectiva del no nacido, señalando que en determinadas ocasiones el Estado puede renunciar a la protección por vía penal. Se trata de supuestos de ponderación de derechos, entre los de la mujer y el concebido, en los que el legislador puede despenalizar una conducta y sustituir la protección penal del no nacido por otro tipo de protección. La exención de la responsabilidad penal del aborto en ciertos casos no implica que deje de ser una conducta antijurídica, pues el derecho a la vida y su protección no puede tener excepciones.
5.- En el caso de la no punibilidad del aborto ante el supuesto de grave riesgo para la vida o salud de la mujer embarazada, resulta exigible la acreditación fehaciente de ese hecho dada la trascendencia de tal acreditación: suprimir la protección penal de un bien jurídico amparado directamente por la Constitución, la vida del concebido. Las medidas que el Estado establezca para la comprobación de la existencia de un grave conflicto con dichos bienes o valores de la mujer constitucionalmente protegidos y no resoluble de otra forma, como exigió el Tribunal Constitucional en su sentencia 53/1985, han de garantizar el examen riguroso de los hechos y valoraciones justificables.
6.- Dicho lo anterior, subsiste siempre el deber de protección por parte del Estado. Esta obligación debe, en todo caso, ser cumplida por medio de una adecuada protección social de la maternidad, apoyando a la mujer embarazada en el proceso y facilitándole información sobre las ayudas públicas y privadas a las que tiene derecho en sus circunstancias concretas, así como de las consecuencias de tipo médico actuales y futuras del aborto.
7.- Si bien el Estado puede renunciar en determinados supuestos a la sanción penal de quien realiza un aborto, según nuestro Tribunal Constitucional, no puede lícitamente exigir a nadie que colabore en esa práctica. Para cumplir las disposiciones constitucionales, toda regulación del fenómeno del aborto debe respetar la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios, quienes no deben sufrir ningún inconveniente en su desarrollo profesional por seguir los dictados de su conciencia y negarse a eliminar una vida humana.
En virtud de lo anterior, consideramos que la discusión del Anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada constituye una gran ocasión para que nuestra sociedad avance en el plano ético y social, progresando en el respeto de los derechos fundamentales, presupuesto para la legitimidad del orden político y la paz social.
Si estás de acuerdo difúndelo y firma el manifiesto.

La libertad del cristiano (y III) por @EmilioChuvieco

Posted on Actualizado enn

Si Dios quiso correr el riesgo de nuestra libertad, aun costándole su propia vida, es obvio que Dios quiere que le tratemos libremente, quiere contar con nuestras pequeñas fuerzas para agradarle, quiere que pongamos algo, siquiera un poco, de nuestra parte. El trato con Dios debería emanar de una libertad íntima, de un amor libre, que no responde a ninguna presión externa. Tal vez uno de los mejores resúmenes de la vida cristiana venga de la pluma de San Agustín: «Ama y haz lo que quieras». Los dos extremos de esta sencilla frase son imprescindibles para entenderla correctamente. Si amamos de verdad a Dios, haremos libremente lo que Dios quiera, porque nosotros lo querremos con todo convencimiento, como cualquier amor noble de esta tierra tiene por objeto agradar a la persona que ama. Si, por el contrario, hacemos lo que Dios quiere, pero sin amarle, nuestra vida será plana, mero cumplimiento de una normativa, de unos mandamientos impuestos desde fuera. Con esa actitud estaríamos reduciendo el cristianismo a un catálogo de preceptos, convirtiendo los medios en fines. Apagando la libertad, encendemos la rutina y empobrecemos un amor que de suyo está llamado a ser infinito, porque Dios es inconmensurable.

Como consecuencia de ese amor a nuestra libertad en el trato con Dios, tendremos también un profundo respeto a la autonomía de los demás, a su capacidad de decidir, aunque tomen opciones contrarias a lo que Dios les propone. Si Dios acepta esas decisiones que juzgamos equivocadas, ¿por qué nosotros vamos a impedirlas? Forzar la conciencia de nadie, incluso para obligarle a hacer el bien, parece una de las más flagrantes malinterpretaciones del querer de Dios. La conciencia es un santuario íntimo al que sólo podremos acceder si la otra persona nos abre su puerta, pidiendo ayuda.
El cariño verdadero por esa persona nos llevará a implicarnos, a ayudar, para evitar algo que degrada a esa persona a quien queremos, pero sin saltar una verja que sólo puede abrirse desde dentro.
Respetar la intimidad de los demás debería ser compatible con la sana preocupación por quienes queremos, con el interés de ayudarles, de servirles de apoyo. La apatía ante lo que puedan hacer, siempre que no nos afecte, tampoco es cristiana. Creo que lo expresa muy bien Susana Tamaro cuando afirma: “Detrás de la máscara de la libertad se esconde frecuentemente la dejadez, el deseo de no implicarse” Es difícil establecer una frontera justa entre respetar los errores de los demás y a la vez sentirse impelido a ayudarles a que los abandonen. Si el respeto convive con la preocupación por los demás, surgirá de modo natural nuestra sugerencia en lo que consideramos decisiones equivocadas. Dios, que podría cambiar inmediatamente a esa persona, no lo hace, y Él sabrá mejor que nosotros por qué. Él sólo quiere que nosotros sirvamos de altavoces de su palabra y de su vida, que nos impliquemos en ayuda a toda persona que nos rodea, también a descubrir la verdad, pero sólo ella puede llegar al convencimiento. Así, mantendremos un equilibrio entre la indiferencia, que no es cristiana, y la coacción, que tampoco lo es.
Que tratemos a Dios libremente es perfectamente compatible con cumplir sus mandamientos, como es compatible el amor de una madre con los sacrificios que la atención de sus hijos requieren, porque nace de un amor libre. Para un cristiano, los mandamientos no son restricciones arbitrarias que proceden de un Dios antojadizo, sino algo así como instrucciones de funcionamiento que nos sirven para rendir mejor nuestros talentos. Cuando compramos un nuevo electrodoméstico, consultamos el manual de uso, para poder aprovechar las posibilidades que han previsto sus diseñadores. Por ejemplo, si adquirimos una televisión, nadie considera que se está violentando su libertad cuando nos explican cómo sintonizar los canales o cómo modular mejor el sonido. A lo mejor puede hacerse de otra forma distinta a como prevé el manual, pero seguramente será menos directa, y casi siempre acabará por violentar la garantía del aparato.
Con las limitaciones de un ejemplo, eso mismo ocurre con los principios morales. Están fundados en el Amor del Creador por sus criaturas. No es un catálogo de normativas absurdas, sino un elenco de consejos para garantizar nuestra mayor felicidad. El dilema no está, entonces, en cómo seremos más libres, sino en cómo seremos más felices con el uso de nuestra libertad. El cumplimiento de los principios morales debería basarse en un convencimiento libre, y no tanto en un respeto más o menos mecánico a las normas establecidas, o en un miedo a las consecuencias negativas de no cumplirlas. En otras palabras, quien elige libremente realizar una acción buena o rechazar una mala debería hacerlo por la alegría que le produce el bien que esa acción lleva consigo, comprendiendo y aceptando en su intimidad las razones últimas de esa opción. Actuar moralmente sólo porque “lo dice la Iglesia”, sin entender las motivaciones últimas, es una forma pobre de religiosidad, y puede ser origen de posteriores abandonos.
Emilio Chuvieco
Finalmente, la libertad cristiana también es compatible con tomar decisiones que comprometen nuestro futuro, incluso con aquéllas que lo hacen para el resto de nuestra vida. La libertad no debería entenderse como ausencia de vínculos, de relaciones, porque no vivimos en una isla desierta, porque estamos limitados por nuestras propias medidas físicas y espirituales. Es bastante común actualmente que se acuse a la gente más joven de falta de compromiso; tal vez hay detrás un miedo a que las decisiones arrastren obligaciones que alteren el futuro. Se prefiere la indeterminación, pero no hemos de olvidar que sin decisiones no hay libertad, sin compromisos no puede construirse nada estable. Para un cristiano, la entrega de su vida a Dios, ya sea de modo exclusivo en el celibato, ya en el seno de una familia, compartiendo ese amor a Dios con el del cónyuge, es una manera extraordinaria de poner en juego la libertad. No es más libre quien no se compromete, temeroso de las consecuencias futuras de su decisión; sólo es más timorato, más apocado. Cualquier decisión implica cerrar otras posibilidades, tanto entregarse a Dios, como casarse con una determinada persona (y no con otra), comprar una determinada casa (y no otra), o estudiar una determinada carrera (y no otra), pero sin ese tipo de decisiones el ser humano quedaría reducido a una pura expectativa.

 

Original en Vivir el cristianismo en el s. XXI (Blog que dirige Emilio Chuvieco)

«El valor de la virginidad» por Phin Lyman

Posted on Actualizado enn

Para ser honesto, me pregunto ¿cuál es el problema con la espera?. Creemos que todo tiene que ser tan rápido: comida rápida,  un bronceado rápido, sexo rápido. Estoy bastante seguro de que la mayoría de la gente que me conoce sabe que soy virgen. Supongo que es una etiqueta que se me pega  durante los últimos años y realmente no me ha molestado mucho. Sin embargo, el hecho de que activamente he elegido permanecer virgen hasta ahora es lo que desconcierta, y a veces incluso molesta, a algunas personas.
Ahora, supongo, algunos chicos están asustados ante la idea de no haber tenido relaciones sexuales a la edad de 18 años; y sí, lo admito, puede ser bastante difícil. Ha habido momentos en que he dudado de mis decisiones…, cuando deseo irme arriba con esa chica en una fiesta, pero ¿por qué yo no? Bueno, la respuesta simple es que quiero tener sexo con una sola mujer en mi vida. Una a la que ame y con la que quiero pasar el resto de mi vida. Tengo que admitir que esto es un poco de la vieja escuela romántica y parte de esto probablemente se debe a mis creencias cristianas, pero sin embargo es una opción personal firme para reservarme a mí mismo para otra persona y, no sólo por la Biblia; me gustaría explicar por qué.
Creo que el sexo es una  señal increíble de amor fuerte entre dos personas. Pienso en ello como un pegamento. Una vez que haya tenido relaciones sexuales con alguien, hay una conexión emocional y física a ellos. Si rompe ese vínculo el despegarlo deja cicatrices abiertas donde una vez estuvo el pegamento. Es por eso que el «sexo casual» nunca funciona a largo plazo, simplemente no lo hace. Sólo tiene que ver Friends with Benefits para ver esto (concedido, es una película). Creo que lo mejor, para tener una relación sexual, es alguien que de verdad quiera casarse feliz y, al contrario de lo que muchos de mis compañeros creen, se puede tener una relación sin sexo, y eso también es muy bueno.
Esto me lleva a un error común acerca de las relaciones serias y el sexo. Al hablar con un amigo mío recientemente, comentó «¿pero tendría que comprar un automóvil sin conducirlo?» Mi primera reacción fue reírme, pero luego me sorprendió por la brusquedad de su actitud hacia el sexo. Básicamente lo que estaba diciendo es que las únicas relaciones  buenas son para tener sexo. La función de un coche es conducir, por tanto, una relación es sólo para el placer sexual. Esta analogía del coche, sin embargo, tiene enormes dificultades. Quiero decir, si seguíamos con esta analogía del coche, preferiría que mi pareja fuera un brillante  Ferrari nuevo que un Volvo desgastado… Te haces una idea.
Las cosas están cambiando en todo el país con respecto a la actividad sexual dentro del  grupo de nuestra edad. Mientras investigaba para esto, yo esperaba encontrar estadísticas alarmantes sobre el aumento de la actividad sexual entre los jóvenes británicos, pero lo que encontré me sorprendió. Cada vez son más los jóvenes que se abstienen en realidad, al menos un 27% de los hombres de 15-24 años de edad no ha tenido ningún tipo de contacto sexual en 2011. Este dato es mayor que en 2002, cuando sólo el 22% nunca había tenido un contacto sexual con otra persona . Supongo que no soy el único loco, después de todo.
Por lo tanto, a todos los que leen esto y que aún no han tenido relaciones sexuales y se sienten presionados para hacerlo, porque «todo el mundo lo hace», eso no es verdad. Prometo. La mayoría de las veces, la gente miente sobre lo lejos que han estado el fin de semana con su novio / novia. Por eso la «increíble» la vida sexual de ka que se jactan sus amigos  probablemente no existe. En la vida no siempre se trata de ser el primero: todo lleva su tiempo.
• Publicado en  http://www.theguardian.com/lifeandstyle/2014/jun/08/value-of-virginity. Publicado originalmente en la revista de la escuela Wellingtonian: «El valor de la virginidad» por Phin Lyman

La fe de los cristianos en Irak es inquebrantable a pesar de persecuciones

Posted on

images“La fe es el motivo de su vida y a pesar de la persecución» del Estado Islámico los niños llevan rosarios y la gente no esconde sus símbolos cristianos, afirmó María Lozano, subdirectora del departamento de comunicación de la sede internacional de AIN, acompañó al presidente de esta fundación pontificia en un viaje a los campos de refugiados de Irak. 

Ver la entrada original 411 palabras más

Papa Francisco agradece las oraciones y condolencias por fallecimiento de familiares

Posted on

 

fco

Durante la Audiencia General realizada en el Aula Pablo VI, el Papa Francisco agradeció a los fieles las oraciones y condolencias por el descanso de tres de sus familiares que fallecieron en un accidente de tránsito en Argentina, y por la recuperación de su sobrino Emmanuel Bergoglio, que permanece en estado crítico.

 

Ver la entrada original 115 palabras más

«La fe se transmite por envidia» por @EmilioChuvieco

Posted on Actualizado enn

He terminado recientemente la exhortación apostólica del Papa Francisco sobre la alegría del evangelio. Es un texto con múltiples elementos para la reflexión. El Papa es directo y claro, no se anda con rodeos, y tiene muchas frases que amartillan el alma, dejándonos en un cierto desasosiego, que es tantas veces el germen de conversión. Me quedo hoy con algunas de las ideas que incluye el Papa sobre la transmisión de la fe, objeto principal del documento.
Ayer veía con unos amigos la tercera parte del Padrino, la memorable trilogía de Francis F. Coppola. En un momento de especial tensión narrativa, el cardenal que acaba confesando a Corleone le indica: el cristianismo es a veces como el agua en esta piedra que lleva años sumergida, pero que está por dentro seca. Comunicar a los demás la buena nueva del Evangelio parece superfluo en un continente que lleva tantos siglos escuchándola, puesto que parece imposible encontrar novedad. Y, sin embargo, !todavía el mensaje de Jesús es tan desconocido o, lo que es peor aún, está tan desnaturalizado! Por eso, resulta todavía tan necesaria la tarea de hablar de nuestra fe a nuestros amigos, compañeros de trabajo, parientes. No se trata de imponer nada a nadie, sino de descubrirles que hay otros valores, otras motivaciones, más allá de lo que nos evidencian nuestros sentidos. Se trata, en pocas palabras, de hacer más felices a los demás, porque como bien dice el Papa «La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción»», o como leí hace algún tiempo la Fe se transmite por envidia, en el sentido de que será comunicada cuando la ofrezcamos como atractiva a los demás.
Para eso, es imprescindible, como señala el Papa Francisco que quien habla de Jesús sea dichoso de ser cristiano, pues nadie entusiasma si no está entusiasmado: «una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie» (Evangelii Gaudium, 2013, n. 266). Quien no experimenta la paz y la alegría que da el trato con Dios en la vida cotidiana, convertirá su discurso en algo mortecino, melifluo, carente de pasión. De la misma forma, quien concentra sus energías en señalar los inconvenientes, en apuntar a los desastres de este mundo, en valorar siempre lo negativo, difícilmente atraerá a nadie a la Fe. Por eso, me resulta chocante que algunos sacerdotes centren sus homilías en criticar más que en mostrar lo positivo, la alternativa a lo que denuncian. Ese no puede ser el mensaje principal, como indica Francisco, hablando de las homilías «… si indica algo negativo, siempre intenta mostrar también un valor positivo que atraiga, para no quedarse en la queja, el lamento, la crítica o el remordimiento. Además, una predicación positiva siempre da esperanza, orienta hacia el futuro, no nos deja encerrados en la negatividad » (Evangelii Gaudium, 2013, n. 159).
Comunicar la Fe requiere también salir de nosotros mismos, de nuestra comodidad, de nuestros mundo seguro, donde todos nos entienden, y confrontarla amablemente con quien piensa de otro modo. Eso lleva consigo el riesgo de la duda, de no ser capaces de convencer sino quizá de ser convencidos, pero valdrá la pena ese riesgo porque a la postre la Fe, si va acompañada de la humildad de reconocer nuestras limitaciones y de pedir perdón, se acabará fortaleciendo. Me parece que a eso se refiere el Papa cuando señala: «prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades» (Evangelii Gaudium, 2013, n. 48).
Esto no refiere a los obispos o sacerdotes, a quienes tienen como papel «institucional», si puede hablarse así, el comunicar la Fe, sino a todos los cristianos, porque así nos lo pidió Jesús. Es tarea de todos, cada uno en su ámbito, con sus propias palabras, con la alegría y la amabilidad que utilizó el mismo Jesús para comunicar su mensaje en Palestina. En los tiempos actuales, ese diálogo sobre nuestra Fe, nos impulsa también a conocerla mejor, a aprender de quien no la tiene para ayudarle a llenar sus lagunas. Me parece que resumen bien esa actitud unas palabras de Benedicto XVI en la universidad donde trabajó muchos antes de ser Papa: «Por tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas… » (Benedicto XVI, Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones, 2006).

 

Original en Vivir el cristianismo en el s. XXI (Blog que dirige Emilio Chuvieco)

La libertad del cristiano (II) por Emilio Chuvieco

Posted on Actualizado enn

La libertad del cristiano (II) por Emilio Chuvieco en  http://razonyalegria.blogspot.com.es/

Dios al crear al ser humano libre ya previó que nuestra capacidad de elegir pudiera volverse contra Él y contra nosotros mismos, que en lugar de conducirnos según sus designios amorosos decidiéramos contradecirle, tomar un camino equivocado. Aun así, Dios ha preferido correr el riesgo de nuestra libertad. La libertad imperfecta origina el mal moral en el mundo, causa la violencia, el rencor, la explotación de unos seres humanos por otros. Si no fuéramos libres, no existirían esos males, pues actuaríamos siempre de acuerdo con la voluntad de Dios, pero tampoco podríamos agradarle, tampoco tendrían ningún mérito nuestras acciones buenas, tampoco habríamos sido creados a imagen de Dios. Sin libertad tampoco habría existido el pecado, por eso la Redención que nos ha ganado Jesucristo, tras una muerte dolorosísima, es también el pago de nuestra libertad. Ésta es la razón más radical del respeto cristiano por la libertad: se trata de un tesoro recibido de Dios Padre, ganado por la muerte de Dios Hijo y que nos asemeja al Dios amor, Espíritu Santo.
Que la libertad implique la posibilidad de errar no quiere decir que requiera el error. Nos recomienda San Pedro en su primera epístola: «Obrad como hombres libres, y no como quienes hacen de la libertad un pretexto para la maldad» (1 San Pedro 2: 16). La libertad explica el error, pero no lo justifica, porque también tenemos siempre la capacidad de hacer el bien al que nos conduce la verdad. El buen ejercicio de la libertad requiere reconocer la verdad, la realidad externa a nosotros, y el bien. Elegir sin contrastar esa elección con algún criterio de referencia, con algo que sostenga la verdad de nuestra condición humana, no conduce a ninguna parte. Elegir libremente es elegir sin coacción, conscientemente de que ésa es la decisión más adecuada, pero eso no quiere decir que cualquier decisión sea buena sólo porque se haya elegido libremente. “La verdad os hará libres” (San Juan, 8:32) nos dijo Jesús. La libertad, por el contrario, no nos hace verdaderos. La libertad es una condición moral de las acciones humanas, pero sería absurdo considerar que todas las acciones humanas sean moralmente buenas solo porque se hayan hecho libremente, como si estuvieramos inmunes frente al error. Tenemos sobrada experiencia de que muchos de nuestros actos, hechos con plena conciencia e incluso con buena voluntad, se nos acaban evidenciando, quizás días o años más tarde, como claramente equivocados.
¿De dónde viene el mal uso de la libertad que nos lleva a tomar decisiones equivocadas? Simplificando las cosas, podemos señalar dos factores: de una conciencia errónea o de una voluntad débil. Elegir conscientemente algo equivocado, asumiendo que es verdadero, es un defecto del conocimiento. Elegir conscientemente algo equivocado, aunque sepamos que lo es, es un defecto de la voluntad. A mi modo de ver, éste es el más común de los defectos de nuestra libertad: decidimos erróneamente porque somos débiles para elegir lo verdadero, lo que sabemos que deberíamos hacer. Y como nuestra voluntad y nuestra razón están tan entrelazadas, si esa decisión equivocada se repite en el tiempo, acaba configurando unos hábitos que se convierten en principios de actuación. Lo expresa bien Mafalda, el mas conocido personaje del humorista Quino: «¡Resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno!”.
Necesitamos perfeccionar la libertad, adecuándola a aquello que nos hace mejores, tomando decisiones que nos engrandecen como personas. Eso supone algunas veces decir que no a lo que nos apetece de modo espontáneo, negarnos a lo que en un primer impulso preferiríamos hacer, porque sabemos que en el fondo nos acabará debilitando interiormente. Deberíamos elegir con la mirada puesta en nuestra finalidad última y no sólo en las circunstancias transitorias. Seguramente a muchos estudiantes universitarios les apetecerá más jugar al mus que asistir a clase, pero si hacen de esto una norma, seguramente al cabo de los años comprobarán cómo el que asistió a clase y dedicó las horas necesarias al estudio tiene muchas más posibilidades, vitales y profesionales, que los que malgastaron su tiempo por un carácter débil. Por supuesto que la diversión sana es compatible con el estudio; a lo que me refiero es a dejarse dominar simplemente por el instinto inmediato, negando por un placer efímero un valor que nosotros mismos consideramos más necesario, pero que no tenemos la suficiente voluntad como para llevarlo adelante.
Algunos críticos del cristianismo piensan que somos menos libres que ellos porque no tratamos de experimentar todas las posibilidades, incluida la de pecar, como si la libertad fuera una acumulación de opciones. La libertad se ejerce eligiendo conscientemente algo. Si la elección es buena, nos ennoblece; si no lo es, nos deteriora. Toda decisión equivocada es un atentado contra nuestra propia naturaleza y muchas también lo serán contra el bien de los demás. Afirmar que somos menos libres cuando no elegimos el mal tiene poco sentido, porque la libertad implica decidir conscientemente. Si optamos libremente por algo bueno, estamos acumulando más bondad, o lo que es lo mismo más felicidad; si optamos por un pecado, nos dañamos a nosotros mismos y, muchas veces también, a los demás. Tal vez a fuerza de repetir esa elección equivocada llegue un momento en que la conciencia se duerma, y justifiquemos como correcto lo que es en realidad fruto del acostumbramiento.
El trato con Jesús nos permite sacudirnos esa autocomplacencia, seguir retando nuestra conciencia para vencer nuestros defectos, en lugar de pactar con ellos. La gran rebelión interior del cristianismo consiste en no resignarnos a nuestras debilidades, en plantear una batalla, con la ayuda de Dios, contra nosotros mismos, para sacar lo mejor de nuestro interior, y ahogar en virtud nuestras inclinaciones más mezquinas. Habrá caídas, porque somos seres humanos, falibles, pero para eso está el perdón de Dios, la contrición. Quienes nunca se equivocan, o, mejor dicho, quienes nunca creen equivocarse, son personas descarnadas, frecuentemente pedantes, demasiado perfectas para ser humanas. Quienes reconocen sus fallos y piden perdón por ellos se engrandecen internamente y son más capaces para comprender a los demás.